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Opinión

El debate que suscitó el interés del gobierno del presidente Ollanta Humala por los activos puestos en venta por Repsol ha terminado por poner sobre el tapete la importancia de fortalecer Petroperú.

Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com

Por lo pronto, así se afirma en el punto 3 del escueto comunicado de la empresa: “Petroperú S. A. priorizará la ejecución de su cartera de proyectos en curso”. Ojalá sea en serio y no solo una salida práctica ante los cuestionamientos de algunos empresarios, políticos y medios de comunicación.

¿Qué significa, hoy, fortalecer Petroperú? Invertir en la postergada modernización de la refinería de Talara y, sobre todo, en la recuperación de los lotes de explotación de petróleo del noreste.

Como sostiene el presidente de Petroperú, Héctor Reyes, “los hemos trabajado; eran de Petroperú y deberían retornar a manos, precisamente, de Petroperú” (La República, 2-5-2013). Claro está, acabado el tiempo de su concesión. La mengua de la producción de estos lotes (de 126,000 barriles a 62,000 barriles, según Reyes) es otro argumento en favor de su retorno a la empresa estatal, como componente básico de su fortalecimiento y modernización.

Reyes da en el blanco, como dice el expresidente de Petroperú, Humberto Campodónico, cuando señala que la renta petrolera (diferencia entre el costo de producción del barril y el precio de venta) es la “carne” del negocio: “hay una ganancia de por lo menos 50 dólares por barril”. Añade que las utilidades de la refinación están entre 3 y 6 dólares por barril, y que la comercialización final (los grifos) tienen una utilidad promedio de 12 dólares por barril. Conclusión: en la cadena del petróleo, la mayor proporción de ganancias corresponde a quien controla la renta petrolera.

Calmadas las turbulentas aguas de esta controversia, ¿se podrá discutir con más calma la conveniencia de continuar limitando el Estado a un papel subsidiario, a estas alturas del siglo XXI y de la relativización del Consenso de Washington?


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