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Opinión

Nadie puede llamarse ganador o perdedor en lo que parece un empate propiciado por una masa que no estaba ni con unos ni con otros.

Mauricio Mulder, Pido la palabra
Congresista

Transcurrida una semana del proceso de revocatoria y dadas las proyecciones efectuadas con cómputo de las actas que están en observación, puede concluirse que el No no ha sido tan ganador como se presentó inicialmente ni el Sí fue tan derrotado como muchos suponen. Sí hubo revocatoria que, aunque no alcanzó a la propia alcaldesa, sí barrió con todos sus regidores, varios de los cuales fueron protagonistas directos y permanentes a lo largo de la campaña. Con ello, el objetivo a evitar por los defensores del No, que era impedir las elecciones complementarias, se evaporó y puso a la ciudad en el inicio de una inédita campaña para elegir a los nuevos 20 regidores que reemplacen a los revocados.

De manera que nadie puede llamarse ganador o perdedor en lo que parece un empate propiciado por una masa electoral que parece haberles dicho a los políticos que, a la larga, no estaba con unos ni con otros. El voto del NO no pudo hacer prevalecer la consigna de “40 veces” porque aproximadamente 200 mil personas decidieron en el último día desistirse de votar contra Susana Villarán, pese a que estaban por el Sí desde hacía varios meses, pero mantuvieron su postura inicial para con el resto de la lista. De acuerdo a los estudios de las principales encuestadoras, como Ipsos Perú o GFK, se trataría sustantivamente de personas que simplistamente denominamos “sector C”. Ese segmento fue sensible al sesudo bombardeo de la última semana de campaña que aprovechó el papelón del “debate” y lo utilizó como sinónimo del caos que supuestamente traería una derrota del No.

El Sí fue bombardeado desde diciembre desde varios frentes, sin mellar mayormente sus defensas. Fue sorprendente que, pese a que por momentos parecía que en Lima solo había un sector que hacía campaña y otro que estaba pasmado, los sectores más populares resistieran en sus propósitos revocatorios en forma increíble, siendo que ninguna campaña en contrario evitó que triunfara el Sí en distritos como Carabayllo 55%, Comas 54%, El Agustino 60%, Rímac 54%, La Victoria 56%, Cieneguilla 56% y Villa El Salvador 52%. San Borja, San Miguel, Magdalena, San Isidro, Miraflores, Surco y La Molina –es decir, sectores A,B y C– salvaron a la alcaldesa de Lima con cotas algunas de ellas superiores al 60%.

Pero, al mismo tiempo, las encuestas –que esta vez, a grosso modo, acertaron– nos trajeron la sorpresa de que no se minó el Sí sobre la base de determinar un convencimiento de las bondades de la gestión de la municipalidad sino, más bien, de explotar los errores de los promotores y soltar la idea de que otra elección era inútil. Un voto compasivo del sector C para alguien que consideraban ineficiente, pero que era quizá demasiado no darle una nueva oportunidad.

Lo cierto es que habrá elecciones complementarias. A aquellos que les da flojera ir a votar o les parece que es un “gasto inútil”, habrá que recordarles que las épocas en las que no había elección alguna era porque había dictaduras. Nunca es “gasto” que el pueblo se pronuncie sobre cualquier tema que entrañe alcances generales y comunes, porque este ejercicio permite andar por camino seguro a quienes asumen responsabilidades de conducción e inversión pública. Miren la lección de esta revocatoria, nadie la adivinó: se queda la alcaldesa, se van sus regidores, que vengan otros nuevos y se queden los que no eran mayoría.

No digan entonces que apoyar lo que dice el pueblo es “cálculo” porque, por el contrario, constituye, en realidad, la permanente conexión que los partidos están obligados a tener con sus electores.


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