Julio Hevia,Psicoanalista
Autor: Mijail Palacios Yábar.
mpalacios@peru21.com
La violencia nos atrapa diariamente y cada vez más lacerante. En este año, hemos sido testigos de varios casos de parricidio, asesinatos, violaciones y suicidios. El reciente protagonista fue Marco Arenas, quien quemó viva a su madre y luego pretendió ocultar el hecho. Para acercarnos mínimamente a una explicación de por qué ocurren sucesos como este conversamos con el psicoanalista Julio Hevia.
¿De qué forma explicar los reiterados actos de violencia?
Por lo menos, en el terreno del colectivo juvenil el cuadro de moda es la depresión, es lo que más afecta a ese usuario que para colgado de Internet, y hay quienes han dicho que eso está conectado con una sensación de abandono y, paradójicamente, una especie de incomunicación.
¿Cómo operan la familia, la televisión, Internet, etc.?
En la familia se están dando luchas internas que anteriormente eran contenidas con respeto y tolerancia ante las diferencias.
La autoridad fue derrotada.
Estamos hablando de protagonismos juveniles que no hacen otra cosa que ratificar una suerte de descomposición del orden social y familiar. Es el tributo que se paga por haber ‘desjerarquizado’ un sistema.
Lo que fue una demanda social del pasado.
En toda la segunda mitad del siglo XX se luchó a brazo partido para que las fuerzas minoritarias tengan acceso a una serie de espacios, pero en ese proceso hemos arrasado con estrategias de coexistencia. Estamos en una época de una individualidad a rajatabla: el neo narcisismo, que procura tragarse al mundo entero si le conviene. Estamos más atentos al artefacto desde el cual te entran llamadas e informaciones que a la conversación que sostienes en vivo con el personaje que está frente a ti. No hay respeto por la autoridad ni por uno mismo.
Los valores se han revertido.
Basta con hacer zapping y ahí podemos reconocer otros valores: el vértigo, la figura corporal, la competitividad, etc.
Vivimos en una rueda que gira imparable. ¿En qué momento frenar, corregir y volver a empezar?
Me parece que la gente le resulta, hoy por hoy, muy poco atractiva a la gente. No hay nada más atractivo para el sujeto estándar que la tecnología.
Hay una liberalización indiscriminada.
Lo puedes ver desde un hecho mínimo como que el padre y el hijo no pueden ponerse de acuerdo y el padre ya no impone su palabra porque sería abuso, hasta temas de ajustes de cuentas –no necesariamente entre sicarios– de algún hijo o una hija que le aplica su voluntad a la madre o al padre. La frontera entre lo bueno y malo se ha difuminado. Hay autores que dicen que no hay mayor realidad que la de la propia ficción. En vez de que la ficción intente parecerse a la realidad, es la realidad la que tiene que parecerse a la ficción.
¿Los padres cómo pueden afrontar esta problemática?
Yo recuerdo una frase que en algún momento me planteó mi hijo a sus 4 años: “Cómo quieres que te obedezca si tú nunca me obedeces”, me dijo.
¿Qué le respondió?
Me plantee el tema en el siguiente sentido: De qué manera el respeto o espacio que uno le empieza a dar a los menores supone el riesgo de que ellos consideren un universo paralelo en donde la diferencia ya no se va transformar en jerarquía.
Falta mano dura.
Tendría que haber una tercera vía entre el orden conservador de antaño y esta suerte de experimento ciego en el que estamos inmersos hoy. Por otro lado, los padres no son suficientemente firmes en lo que pudiéramos llamar la adjudicación de responsabilidades. Los padres aún son muy paternalistas. No le exigen al hijo que valore lo que recibe. Si no lo hacen, tendremos gente que luego en nombre de sus derechos ignore todos sus deberes.
¿Qué rol tiene la educación? A los niños ahora los llenan de conocimientos.
Es casi una carrera armamentista. Se le dan más insumos a un sistema que se organiza en torno a la competencia.
Estamos como ‘mareados’.
La humanidad está fascinada con los facilitadores tecnológicos, con su propia libertad, con su pretendida autonomía.
La víctima del parricida, en varios de los casos más sonados, es la madre. ¿Por qué?
En un contexto como el peruano, el padre se ‘borra’ por una serie de razones y tradiciones machistas. La madre con frecuencia ocupa demasiados lugares a la vez. Se sacrifica y termina siendo un ente odioso para los hijos. En ese sentido, estamos ante una crisis de los roles de pareja.
¿Qué paralelo se puede hacer entre la violencia, por ejemplo, en Estados Unidos y la de nuestro país?
El criminal estadounidense trabaja puerta afuera, el peruano cama adentro. Norteamérica genera estos productos porque es un país que defiende su condición democrática de modo paradójicamente violento.
AUTOFICHA
- Soy psicoanalista, magíster en Comunicación y catedrático en la Universidad de Lima. Considero que en la familia se ha perdido respeto por las diferencias.
- Recuerdo una frase que en algún momento me planteó mi hijo a sus 4 años: “Cómo quieres que te obedezca si tú nunca me obedeces”.
- Me parece que la humanidad se encuentra fascinada con los facilitadores tecnológicos, con su propia libertad, con su pretendida autonomía.
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