Miguel Harth-Bedoya,Músico
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
De todos nuestros directores de orquesta, es el más internacional. Miguel Harth-Bedoya ha dirigido orquestas en EE.UU., Nueva Zelanda y, ahora, además de estar al frente de la Fort Worth Symphony Orchestra (Texas), encabeza la Norwegian Radio Orchestra, el principal elenco musical de Noruega. Está en Lima para dirigir hoy, a las 8 p.m., dentro de su programa de difusión musical llamado Caminos del Inka, a la Orquesta Sinfónica Nacional, que este año celebra 75 años de creación. Lugar: Gran Teatro Nacional, San Borja. Entradas: Teleticket.
¿Es cierto que te convertiste en director de orquesta por algunas deficiencias que tenías como instrumentista?
(Ríe). Más o menos. Fue mi falta de interés por ser intérprete de un instrumento pues este nos hace trabajar solos. Luego, a raíz de mi tarea en la ópera, me sedujo el trabajo en comunidad musical.
¿También hay en ti un afán por dirigirlo, por controlarlo todo?
No, porque la dirección de orquesta es el reflejo de la obra de alguien. El director de orquesta es el mediador entre la obra específica de un compositor y el oyente. Y somos mediadores a través de un grupo de personas: la orquesta.
Eres un ‘lector’ de la obra de alguien. Pero hay lectores más competentes que otros…
La música tiene vida cuando se escucha, cuando se toca; es como un libro: este se hace tal, no por haber sido escrito, sino cuando es leído por alguien. Hay directores que tienen una mayor afinidad con ciertos directores. A mí no me gusta especializarme en la obra de alguno porque, si algo he aprendido en mis 25 años de carrera, es que sé muy poco, y mira que he dirigido centenares de obras. Entonces, ¿cómo decir que uno es especialista en algo si sabe tan poco?
¿Por qué no trabajas en el Perú?
Porque aquí no existe mi trabajo. Así de fácil.¿Por qué Juan Diego Flórez no vive ni trabaja en Lima? Porque aquí no podría ejercer su trabajo al nivel al que está acostumbrado. Igual pasa conmigo. Claro, levantar un sistema musical, una orquesta, es posible –yo lo he hecho en otras partes del mundo–, pero debe haber un plan político muy grande que quiera comprometerse y lo haga.
¿Esto te frustra?
No, antes que frustrarme, me da pena, especialmente ahora que tenemos recursos. Además, no es que presidentes, ministros y autoridades no me hayan recibido; al contrario, me reciben, pero no he visto –a nivel estatal– una labor sostenida. Por ejemplo, mi trabajo no es dirigir una orquesta, mi trabajo tiene una función social. Soy un referente del medio en donde vivo. El alcalde y yo estamos al mismo nivel. Soy embajador de la ciudad de Auckland (Nueva Zelanda) y, en Noruega, mi tarea incluye, además de la música, programas educativos, todo aquello que enriquece al ser humano.
Entonces, al Perú le falta poner buenos indicadores culturales al lado de sus buenas cifras económicas…
Por supuesto. Yo no quiero señalar qué se debe hacer, solo quiero dar mi opinión. Habiendo trabajado en muchos lugares del mundo, y con 25 años de carrera, algo puedo aportar. Hay que enriquecer el alma del pueblo: mientras más elevado sea el espíritu artístico del ciudadano, mejor responde, mejor trabaja, mejor todo. Acabo de leer un texto de Colin Davis (director de orquesta británico) donde dice: “No me pagan por dirigir una orquesta, me pagan por pensar. Uno no puede tener una opinión de una estética, de un estilo, si no piensa”.
Y en este contexto nace tu proyecto Caminos del Inka…
Es una manera personal de recuperar y creer en el acervo y en el patrimonio musical peruano y americano. Caminos del Inka ha contagiado este espíritu de rescate y puesta en valor entre colegas de otras partes de América. Y tanta aceptación ha tenido que las orquestas donde trabajo –de España a Nueva Zelanda, de Estados Unidos a Noruega– me han dado carta blanca para ejecutar estas piezas. Ahora ya nadie duda de la calidad de las obras peruanas; antes me decían: “¿Qué? ¿Hay obras musicales en el Perú?”. Si nosotros hacemos piezas italianas, rusas, alemanas, españolas, ¿por qué ellos no pueden tocar nuestra música? Hoy es posible escuchar a Enrique Iturriaga, a Celso Garrido Lecca o a Jimmy López en otros lugares del mundo. Si uno toca la música de Iturriaga y de Beethoven en el mismo recital, notará que están al mismo nivel.
¿No estás siendo demasiado nacionalista?
No. A veces un ingrediente es mejor que la ensalada (ríe). ¿Es inevitable que los peruanos hablemos siempre de comida? Es verdad, lo que pasa es que la música es alimento para el alma (ríe). Hoy no competimos con otros músicos y estilos, competimos con el tiempo de las personas. La falta de tiempo es lo que impide que la gente escuche música; si uno no está atento, no escucha música, oye puro ruido. ¿Cuántas horas de música escucho al día? Yo no escucho música, la leo en mis partituras (ríe).
AUTOFICHA
- ¿Los músicos son complicados? No lo sé, nunca se los he preguntado. Cada uno debe respetar el lugar donde está; por eso, solo hay un director de orquesta.
- Siempre quise ser músico. Nunca me interesaron las cosas estrictas, cuadradas, a pesar de que siempre fui bueno en matemáticas.
- Tuve que estudiar en Chile y Estados Unidos porque Dirección de Orquesta no se enseñaba aquí. Así llegué a la Juilliard School (EE.UU.). En Chile conocí a mi esposa.
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