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Opinión

Guido Lombardi,Opina.21
Carlos Ramos Heredia, el encargado de perseguir el delito, le ha mentido al país. Lo ha hecho de manera reiterada e interesadamente. Para protegerse él y para proteger a otros. Aunque sería grave en sí misma la reunión con uno de los implicados en el caso conocido como ‘La Centralita’, más grave resulta que haya negado conocer a dicho individuo.

También mintió el implicado, el abogado Rodolfo Orellana Rengifo, pero en su caso sorprende menos: lo hace periódicamente a través de una publicación incalificable y es menos alarmante en términos de lograr, alguna vez, la primacía de la ley. Por más influencias que tenga, por más abogados que contrate, el señor Orellana no maneja –todavía– el aparato del Estado encargado de perseguir el delito y sancionar a los delincuentes.

Sin embargo, ¿qué hacemos con Ramos Heredia? Si a Cenaida Uribe se le acusa por haber utilizado su cargo para una negociación incompatible y al congresista Vachelli por deudas impagas que él reconoce, ¿qué hacer contra quien, en el mejor de los casos, ha demostrado total falta de transparencia en el tratamiento de los gravísimos delitos que nos afectan?

Es comprensible la reacción de la procuradora Julia Príncipe, que se ha declarado anonadada al conocer la noticia, pero no es suficiente. La perplejidad puede conducir a la parálisis. El Congreso de la República, el Consejo Nacional de la Magistratura, el ministro de Justicia y el propio presidente Ollanta Humala tienen que tomar cartas en el asunto de manera inmediata y terminante.

Si no es posible actuar ahora en relación a este asunto, tendremos que resignarnos una vez más a dejar pasar una oportunidad que nos era favorable. De nada servirán sus preocupaciones monetarias, amigos del BCR. Tampoco el paquete de medidas reactivadoras que nos ofrece el apreciado ministro Ghezzi. Mientras Ramos sea fiscal de la Nación, el único deporte exitoso en el Perú será la mentira, con su correlato de violencia y muerte.


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