Juan José Garrido,La opinión del director
Durante los últimos años, sobre todo a partir del caso asiático, los economistas han puesto en boga el concepto de convergencia. Al nivel más sencillo, se podría explicar así: los países más pobres (en términos “por persona”), dado que parten con brechas tecnológicas y de ingresos muy altas, pueden crecer a tasas más altas que los países más ricos, convergiendo así –ambos grupos– en el tiempo.
Si revisamos las cifras desde mediados del Siglo XX, entre 1950 y 1990 los países desarrollados crecían a tasas promedio superiores a las de los no-desarrollados, desconvergiendo así en el tiempo. Es a partir de 1990 que la tendencia cambia radicalmente: los países no-desarrollados incrementan su tasa de crecimiento de 2% promedio anual a cerca de 6% anual, mientras la de los desarrollados se reduce del 3% anual a menos del 2% anual.
Este proceso, lamentablemente, no ha sido parejo al interior de ambos grupos. Asia, por ejemplo, ha aprovechado los últimos veinte años en mejor manera que América Latina: mientras un grupo de países optó por seguir los cánones de la racionalidad económica, otros han optado por perseguir aquellas equivocadas ideas del socialismo rancio y primitivo.
No obstante, lo que pocos economistas señalan es que este proceso de convergencia-desconvergencia no es nuevo. De hecho, esa es probablemente la dinámica más visible del desarrollo histórico global. Desde antes de Cristo, China e India –por ejemplo– sumaron más del 50% del producto bruto mundial hasta el año 1820; hoy suman poco menos del 30%, pero en los setentas no llegaban ni al 8%.
Y lo mismo podemos observar en Latinoamérica: en 1900, Argentina tenía un PBI per cápita relativo a los Estados Unidos de 67%; esto es, el argentino promedio producía 67 centavos por cada dólar producido por un norteamericano. El promedio latinoamericano era de 29% (Perú 20%). Para el año 2000 las cuentas habían caído significativamente: Argentina percibía tan solo 29%; Perú (13%) y el promedio latinoamericano (22%) presentaban similares tendencias a la baja.
La variable que explica en mejor medida la desconvergencia entre 1900-2000, o la convergencia entre 1990-2010 es, en mayor medida, la productividad. Siendo Estados Unidos la base (100) en 1980, para el 2012 la productividad se había incrementado a 135. Perú pasó de 30,7 al 49,1 entre 1990 y el 2012, razón por la cual somos, junto a Chile, los únicos países que se consideran “convergentes” en América del Sur.
Para el Nobel Michael Spence, este proceso durará al menos otros 30 años. Siempre estaremos a tiempo de realizar aquellas reformas que nos permitan converger. Millones de peruanos se beneficiarán de ello; de hecho, ya lo están haciendo (observen el crecimiento de la clase media y la sostenida reducción de pobreza). Empero, faltan reformas; sin ellas, difícilmente creceremos a mejores tasas en el tiempo.
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