Guido Lombardi,Opina.21
glombardi@peru21.com
Para quienes luego, de una u otra forma, tuvimos la dolorosa oportunidad de investigar lo sucedido, algunas cosas iban quedando claras: la tragedia de Bagua nos encaraba con la realidad de una población indígena a la que secularmente se había ignorado, nos enfrentaba con un imaginario que siempre vio a la selva como un territorio inmenso y despoblado.
Además, a medida que se tomaba contacto con los protagonistas, se reafirmaba la idea de que la protesta no era solo una forma de enfrentar al Estado, sino también de relacionarse con él.
Por último, los muertos y heridos, policías y civiles, dejaron dolor entre los suyos, pero también el testimonio de una sociedad que todavía tiene sectores excluidos.
Algunos olvidan que Bagua constituyó la peor tragedia policial de nuestra historia y desnudó las carencias de esa institución, la torpeza de sus jefes y la irresponsabilidad de quienes debieron actuar según su conciencia y no una terca consigna.
Bagua también deja el recuerdo de una deuda todavía por saldarse: la Consulta Previa –por ahora encarpetada– como un mecanismo indispensable para generar consensos.
Cuando la defensora del Pueblo asistió al Congreso a dar testimonio sobre los hechos, nos conmovió con sus palabras: “El reclamo indígena es el reclamo no por la integración que los asimile, sino por una inclusión que respete sus diferencias, que los tome en cuenta, que oiga su voz, que les confiera espacio en la toma de decisiones y que les abra oportunidades reales para alcanzar su propia prosperidad”.
La amnesia es una mala consejera. No nos dejemos ganar por ella.
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