Carlos Carlín, Habla.babas
ccarlin@peru21.com
Agazapados en su escondrijo de las redes sociales, exigen, reclaman, demandan una televisión blanca, prístina, inmaculada. Sueñan con concursos de valores, miniseries sobre la vida de José Olaya Balandra, documentales sobre hortalizas, debates sobre ecología, chismes de sabiduría. Gritan que la televisión debería ser una extensión de la escuela, La Sorbona con control remoto. Piden, exigen, critican, pero sobre todo: ¡Mienten! Con la cortina musical de Hipocresía de los Pasteles Verdes, mienten descaradamente. Si todos sus reclamos y demandas fuesen verdad, entonces Televisión Nacional del Perú (Canal 7) tendría más sintonía que Al fondo hay sitio, y Marco Aurelio Denegri sería Marco Aurelio ‘Giselo’, aún más popular que la mismísima ‘Señito’. Si fuera auténtica la molestia de todos los que aseguran que el romance de Angie y Nicola es falso (tema trascendental en el país), entonces los teatros estarían repletos de gente. La misma gente que dice odiar a Susy Díaz, pedir el cierre definitivo de Combate y, a la vez, reclamar cultura, es la misma gente que en su vida ha cogido un libro. Como dijera un oyente en radio Capital: “Los programas de televisión no vuelven bruta a la gente; es la gente bruta que busca ciertos programas de televisión”.
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