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Opinión

El pasado febrero, en el marco de un proyecto de salvaguarda de patrimonios de la UNESCO con ayuda del gobierno alemán, la monarquía de Marruecos restauró y reinauguró una sinagoga del siglo 17, en Fez, ciudad en la que hoy viven 50 judíos de los casi 30 mil que alguna vez allí residieron.

Ariel Segal, Opina.21
arielsegal@hotmail.com

El pasado febrero, en el marco de un proyecto de salvaguarda de patrimonios de la UNESCO con ayuda del gobierno alemán, la monarquía de Marruecos restauró y reinauguró una sinagoga del siglo 17, en Fez, ciudad en la que hoy viven 50 judíos de los casi 30 mil que alguna vez allí residieron. Este evento no fue muy noticioso en el contexto de los conflictos que ocurren en el mundo árabe, pero es importante enfatizar su simbolismo pues Marruecos es el país árabe con la mayor comunidad judía –3 mil almas – cuya integridad está garantizada por sus reyes– y contó con la asistencia del primer ministro Abdelilah Benkirán, líder del Partido de la Justicia y Desarrollo, un movimiento islámico conservador que ganó las elecciones del parlamento en noviembre de 2011.

Marruecos recibió a cientos de judíos expulsados de España en el siglo 15, y allí se establecieron importantes comunidades judías en sus principales ciudades como Casablanca, Fez, Tetuán, Larache, Tánger, etc., hasta que el conflicto de Israel y sus vecinos, a partir de 1948, tensó las relaciones con sus descendientes, quienes en su mayoría emigraron. Con el paso del tiempo, la dinastía de los monarcas que gobiernan a Marruecos desde 1631 ha protegido a la minoría judía de los nazis, durante la II Guerra Mundial, de nacionalistas árabes y de fanáticos islamistas.

Hoy, el rey Mohammed VI, en su rol de Comandante de los Creyentes de su país, cumple la misión de velar por la libertad religiosa como lo demuestra la “primaveral” apertura de la sinagoga Slat al Fassiyin (“Habitantes de Fez”).

La presencia del islámico Benkirán promoviendo la apertura de la sinagoga es una muestra de que la tolerancia y la convivencia religiosa también se dan en un país árabe y musulmán que busca integrar, con sus reformas constitucionales tras la ‘Primavera Árabe’ de 2011, la fusión de sus tradiciones musulmanas con valores democráticos universales.


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