Ariel Segal, Opina.21
arielsegal@hotmail.com
Se desconoce con exactitud lo que dice el parte médico, pero hay una gran preocupación mundial por su salud y, ciertamente, millones de personas lo extrañarán cuando el paraíso lo reciba.
Nelson Mandela o, como lo apodan, los sudafricanos, Madiba (un título honorífico otorgado por los ancianos del clan Tata, al cual pertenece), recién fue dado de alta tras una infección pulmonar, pero su salud aún es delicada, por lo que se mantiene una gran vigilia por el deseo de que viva mucho más de sus 94 años, aun cuando ya es inmortal como un referente de la lucha por los derechos humanos y por su resiliencia (la capacidad de recuperarse ante la adversidad e, incluso, a veces, transformar esa experiencia en una conducta positiva) pues, luego de sufrir por décadas la persecución y prisión con trabajos forzados en la isla de Robeen durante el régimen del Apartheid (discriminación racial), Mandela convirtió a Sudáfrica en una nación democrática, multirracial y tolerante después de recuperar su libertad y convertirse en presidente desde 1994 hasta 1999.
Es fácil idealizar a varios luchadores por los DD.HH., pero la trayectoria del exprisionero número 466/64 de Sudáfrica fue siempre coherente, y su discurso de no violencia y tolerancia se tradujo en hechos cuando estuvo en el poder, a diferencia de unos cuantos enfermos que quieren legar el imaginario de grandes epopeyas nunca ejecutadas y que muestran gran contradicción entre sus palabras en nombre del amor y la unión, cuando dividen con odio a sus pueblos.
Mandela debe inspirar a quienes se preocupan por la salud de un líder que, al no enfermarse de poder, el poder no lo enfermó a él.
¡Salud a y por Mandela!
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