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Opinión

Se equivoca Fritz Du Bois cuando en su columna de El Comercio (22.12.2013) concluye que “Al final de cuentas, el desastroso manejo de la educación pública durante décadas ha sido compensado por la intervención del sector privado”.

Santiago Pedraglio,Opina.21
De acuerdo con lo investigado por Ricardo Cuenca (“La buena calidad ‘per se’ de la educación privada”, Poder, 20.11.2013), la evaluación censal que aplicó en el 2012 la internacionalmente reconocida Unidad de Medición de la Calidad Educativa (UMC) del Minedu, en segundo de primaria, muestra que en los sectores más pobres de Lima “no existen mayores diferencias en el rendimiento de nivel satisfactorio en comprensión lectora” (38,9% en la gestión estatal y 41,8% en la gestión privada). En matemáticas, indica Cuenca, “en esos mismos distritos los resultados de las escuelas públicas son mejores que en las escuelas privadas: 19,4% y 10%, respectivamente”. Cabe subrayar que está hablando de dos indicadores centrales de la calidad educativa.

No hay, pues, compensación alguna. Partiendo de anotar que los logros son, por desventura, muy exiguos en la escuela privada y en la pública, queda claro que, en comprensión lectora, la brecha entre los sectores socioeconómicos más altos y los más bajos no se ha reducido con la labor de la escuela privada. Y en matemáticas, en 20 distritos el rendimiento en las privadas está por debajo del que se obtiene en las públicas.

Lima Metropolitana no solo tiene el 28% de la población total matriculada, como señala Cuenca, “sino que en ella se encuentra el 53% de la matrícula privada en educación básica en todo el país”. Estos datos hablan, entonces, de más de la mitad de los estudiantes que van a las escuelas privadas del país.

Es un error contraponer la educación privada y la pública; y lo es, también, convertir el mercado en un mito de la autosuficiencia.

El reto lo señala León Trahtemberg: superar “la gran brecha ética entre preocuparse por los propios hijos y hacerlo por los hijos de los otros”, porque “es la que define nuestra condición de país subdesarrollado sin futuro social halagador” (“El rol del MEF. ¿Promotor o impedimento para la buena educación?”, Poder, 20.11.2013).


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