Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com
Es particularmente relevante que, a pesar del sostenido crecimiento de la economía, las muestras de discriminación no cesan e incluso, en algunos casos, se han extendido.
De acuerdo con un artículo del libro escrito por Gustavo Yamada, Adriana Lizarzaburu y Katia Samanamud, se han ampliado las brechas en perjuicio de los grupos indígenas entre 2005 y 2009, en relación con 1997. El ingreso percibido por los ciudadanos quechuas, aimaras y amazónicos en el lapso mencionado es 53% menor que el de los grupos de peruanos no indígenas: en 1997, esta diferencia era también amplia, pero menor: 49%.
Enrique Vásquez, Annie Chumpitaz y César Jara constatan que, a pesar de que las brechas de acceso de los niños indígenas se han reducido, se observa que aún uno de cada tres niños no va a la escuela, y que dos de cada tres alumnos indígenas están atrasados en relación con el año escolar que les corresponde según su edad. Esta discriminación es mayor entre las niñas debido a que las familias gastan menos en ellas que en sus similares varones.
La discriminación con los peruanos de pueblos indígenas es más resistente que la que hay frente a la desigualdad social. Las opciones de mejora de los niños peruanos pobres no indígenas en relación con sus padres son más que las de los niños indígenas debido a dos razones fundamentales: al racismo persistente y a la no adecuación del estado nacional y regional para responder a los requerimientos de la heterogeneidad cultural. Por eso, la tentación de diluir la identidad étnica para posibilitar un más rápido ascenso social o una mayor inclusión sigue vigente. Si se trata de constatar, una vez más, quiénes están “a la cola” en el proceso de reconocimiento, son las personas pobres, de sexo femenino y de pueblos indígenas.
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