Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com
Su embajador pegalón renunció y, de paso, el nuestro, cuya actuación en Ecuador fue impecable.
Si lo juntamos con lo de Venezuela, vemos toda una cadena de errores diplomáticos que dejó heridas en nuestra dignidad. En este último caso, lo que comenzó mal por una innecesaria reunión en Lima de Unasur, creada y financiada por el club chavista, sigue trayendo cola.
El ahora exembajador político del Perú en Venezuela, Luis Raygada, resulta que no solo no defendió a su canciller cuando este pidió tímidamente tolerancia y diálogo en ese país, sino que, además, arremetió contra la clase política del Perú. Perdió la chaveta por su corazón chavista. Todo indica que la enfermedad de la intolerancia y del autoritarismo es contagiosa. Al mejor estilo del ahora hijo de Chávez, Nicolás Maduro, si congresistas venezolanos a los que los han agredido brutalmente y a quienes han silenciado en su país vienen a denunciar este hecho ante congresistas peruanos, de acuerdo con la ‘diplomacia Raygada-Chávez’ había que recibirlos con un portazo y regresarlos por donde vinieron para que “lloren sus penas”.
Este señor Raygada, que no tuvo pudor en mostrar su lealtad para con el gobierno dudoso del país llanero, traicionó su principal responsabilidad, que es velar por los intereses del Perú. No daba para más, ‘caía de Maduro’ su renuncia. Atónitos habíamos escuchado la amenaza de Maduro contra Roncagliolo. En menos de 24 horas, no sabemos si hubo llamadas presidenciales de por medio, el proclamado gobernante de Venezuela cambió su discurso y bajó el tono. Pero quedó en ridículo, pues ni siquiera recordaba que él también firmó el acta de Unasur en la que se “invocaba” lo dicho por el canciller peruano. Hay una sola cosa que consiguió el gobierno chavista. Que se unieran las voces en el Perú para defender a Roncagliolo. Mientras tanto, en nuestro Palacio de Gobierno, “silencio de estadista”, dicen.
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