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"Busco ser inmortal, pero no se lo digamos a nadie"

“Sueño con fundar una organización de violentos anónimos que le enseñe a la gente a mirar en perspectiva”, dice Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá.

Foto: Rochi León.
Foto: Rochi León.

Antanas Mockus,Político
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Fue uno de los ponentes de la Conferencia Regional de Comunidades Seguras para las Américas, organizado por la Municipalidad de San Borja. En esta charla, Antanas Mockus, exalcalde de Bogotá y excandidato a la presidencia de Colombia, nos habla de su vida y de su actuación política.

Es de origen lituano. ¿Reconoce alguna particularidad en su carácter que sea reconocible como lituana?
(Piensa). A los 17 años me dediqué totalmente a la academia. Así terminé mi maestría en matemáticas antes de cumplir 21 años –hice mi pregrado y mi maestría en tres años–, y después fundé un grupo de baile que resultó siendo lituano. Me conseguí un libro y, a partir de las gráficas del libro, reconstruí el baile. Ese fue mi espacio para ‘desatrasarme’ en materia de desarrollo afectivo.

Su educación es francesa…
Estudié en un liceo francés, con algunos profesores tiranos y otros superdemocráticos. Me gusta la combinación de ambos maestros. ¿Cómo era yo? Le exigía a los alumnos que subiesen peldaños altos –en ese sentido era tirano–, pero trataba que los primeros diez minutos de mis clases fuesen absolutamente exquisitos, bellos y admirables. Dictaba un curso de lógica, pero a veces empezaba la clase leyendo poemas o textos de Nietzsche como Dios ha muerto.

¿Qué es usted: un matemático y filósofo, un político, un comunicador?
En la ficha de los hoteles pongo profesor. Me cuesta mucho poner ‘político’, aunque las decisiones más importantes en una sociedad las suelen tomar los políticos. Ahora, la gloria de los políticos es más efímera que la de los académicos, y parte de la felicidad de mi vida es que hice cosas que despertaron en los otros un interés en la política, en la pedagogía y en el arte.

La política le ha permitido hacerse conocido…
A fines del siglo XXI, el bien principal será la atención, y no me quejo (ríe). Me parece una maravilla que gente desconocida se tome el trabajo de escucharme o leerme. Imaginemos que esta fuese mi última entrevista: me iría satisfecho con la atención que hasta hoy tuve, pues siento que algo bueno dejaron las ideas que he defendido.

Ha vivido varios momentos, por decir lo menos, particulares (bajarse el pantalón ante sus alumnos, casarse sobre un elefante). ¿Cómo ha logrado que la gente no lo mire como un payaso?
La que ha tomado esa decisión es la sociedad (ríe). Yo me pongo en el borde, en una situación de fragilidad, e invito a la ciudadanía a que escriba el desenlace, y, hasta ahora, no ha querido desaparecerme. En el largo plazo, lo normal es caer en el olvido, y yo, como bromeábamos con un amigo, tengo vocación de inmortalidad, pero mejor no se lo contemos a nadie (risas).

Yo siento que, aunque iconoclasta, usted nunca termina de romper con el sistema…
Yo escribí dos artículos sobre anfibios culturales, donde decía “sí, soy un outsider”. Vengo de la academia y del arte, pero me metí en un terreno electoral que veía horrible y despreciaba. Cuando digo “soy un político” me acuerdo de La Metamorfosis, la novela de Kafka, y me veo transformándome en una cucaracha. Pero también sé que la fe en los políticos es un componente para que la gente les exija más. Si usted desprecia a los políticos, no les exigirá nada. El mayor favor que uno le puede hacer al político corrupto es desinteresarse de la política. Acepté entrar en ella para hacer pedagogía, ya no solo para los universitarios, sino para los millones de ciudadanos.

En las últimas elecciones colombianas, usted congenió muy bien emotivamente con millones de electores. ¿Qué le faltó a su campaña?
La sociedad colombiana es todavía demasiado formal como para arriesgarse. Se arriesgó a tenerme dos veces como alcalde de Bogotá, pero no se arriesgó a tenerme como presidente. Es responsabilidad de la gente elegir bien. El poder debe ser para la gente que lo quiere, pero que no se desespera por él, debe haber un equilibrio. Si la gente se enloquece por el poder comete barbaridades antes, durante y después de haberlo ejercido.

¿Por qué quiere ser presidente de un país tan complicado como Colombia?
(Piensa). Como cada vida es sagrada, como cada vida es irrepetible, pienso que puedo ayudar a salvar vidas. En Cali, un joven me dijo: “Antanas, sea presidente porque usted sabrá sacar lo mejor de nosotros”. Y yo creo que tengo esa capacidad.

¿Tuvo que mentir mucho como político?
(Piensa). Tengo una tendencia peligrosa a la autocrítica, por favor, no la exacerbemos (risas).

¿Cómo hacer que la paz prime sobre nuestros instintos violentos?
Sueño con fundar una organización de violentos anónimos que le enseñe a la gente a mirar en perspectiva.

AUTOFICHA

- Soy de origen lituano. Mi padre falleció a los 44 años. Fue su jefe quien me motivó para ir a estudiar a Francia y quien me dijo que debía comprometerme con Colombia.

- Mi primera acción cívica fue enfrentarme al modelo curricular colombiano, un manual de ocho mil páginas donde te decían qué hacer.

- Unos alumnos, siguiendo mis consejos, formaron una comuna que vivió junta 15 años, compartiendo ingresos y resolviendo sus problemas afectivos.


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