Vik Muniz,Artista plástico
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Nació en Sao Paulo, en 1961, y hoy es uno de los nombres fundamentales del arte contemporáneo. Vik Muniz ha creado una obra conceptual que desafía la mirada y los soportes: trabaja con basura y diamantes, chatarra y chocolate, desechos y arena. Una selección de su estupendo trabajo, titulada Vik Muniz, más acá de la imagen, puede ser apreciada estos días en el MAC-Lima (Av. Grau 1511, Barranco). Imprescindible.
Háblame de tu preocupación por la estética…
La estética es un factor fundamental de toda producción artística. Dentro de toda estética hay una inteligencia, conceptos que se comunican, una idea de belleza que sigue cambiando a través de los siglos. Pero no basta la estética, el objeto artístico también debe comunicar otras cosas. Es decir, la belleza de una imagen es solo el inicio del diálogo, de la interacción, entre el público y el objeto artístico.
¿Estética y belleza son lo mismo?
Para mí, sí. Quizás “estética” sea un término más amplio que “belleza”, porque, tienes razón, la “fealdad” también tiene su estética. Como artista, mi preocupación no es buscar la belleza sino desafiarla, cuestionarla. ¿Qué es bello hoy? Cada una de mis imágenes presenta una ambigüedad, un cuestionamiento. Por ejemplo, en mis obras notarás que lo que se muestra es, dentro de los patrones clásicos de belleza, bonito, pero si te acercas más, te darás cuenta de que algunas están hechas con basura. Esto produce un cortocircuito muy interesante.
¿Es posible que la distancia que se da entre público y una obra de arte sea la misma que logró alcanzar el artista con respecto a su trabajo?
No, no es posible. La experiencia es distinta. Lo que se puede hacer es tener conciencia de la experiencia visual del espectador y promover un encuentro igualitario, una interacción real donde se sienta cómodo. Por su naturaleza, las imágenes chocan, por eso yo trabajo con íconos, con arquetipos, con situaciones y personajes que la gente está acostumbrada a ver. Así logro ganarme su confianza y, luego, se dará cuenta de que hay algo más allá de la imagen, que esta cambia de significado si la vez mejor. En este momento podemos decir que hay una conexión entre el artista y el público. Recién allí el público es consciente de la gramática de la imagen y, a la vez, se aproxima al proceso creativo, desmitificándolo. Así, el artista se cae de su pedestal, pierde su condición de ‘genio’, y esto está bien, porque el artista no es nadie especial, solo construye imágenes que alteran nuestra concepción de la realidad.
La mirada es creativa…
Sí. Por eso, el público es fundamental: el arte se hace arte cuando se encuentran público y objeto. El arte solo es posible en la mirada del espectador. Todas mis imágenes están llenas de ambigüedad semántica. Yo no quiero pontificar, mis obras no son opiniones, son situaciones; un juego, un rompecabezas por armar.
Es decir, más que en la idea, en el discurso, el arte está en la mirada…
Lo mejor es establecer un balance. Hasta Marcel Duchamp, el arte dependía del talento, de la capacidad intelectual y motora del artista. El artista era un artesano. Con Duchamp se inaugura el arte conceptual, pero este no acabó con el arte vinculado con la artesanía, al contrario, le dio un nuevo impulso, se creó una dicotomía. Para mí mismo es un problema: mi arte empieza con una idea –soy un artista conceptual, dicen– pero la artesanía está muy presente en mi trabajo. Yo digo que hay que ‘pensar’ con las manos, pues la idea pura no basta, hay que reintegrar la ‘artesanía’ con el ‘concepto’, por eso, hace 25 años estoy promoviendo un arte conceptual que esté muy vinculado con la ejecución.
¿Cómo manejas la idea de fugacidad y de permanencia?
Los presocráticos decían que todo está cambiando todo el tiempo, y eso es más obvio hoy. Tenemos la ilusión de fijar las cosas. Por ejemplo, tomemos una foto, quizás nos dé la sensación de permanencia pues nos ha permitido ‘parar’ el tiempo, fijarlo. Es un ejercicio fascinante, que hasta resulta filosófico, pues quiebra nuestra idea de continuidad. Hasta la invención de la fotografía todo era continuo, todo fluía, por eso, la fotografía es una ilusión. Para mí es más interesante crear una imagen que no esté dentro del flujo pero que te haga pensar.
Tus padres entraron por primera vez a un museo cuando fueron a ver tu obra. Háblame de la mirada ‘experta’ frente a la ‘amateur’…
Hay dos formas de conocimiento: 1. El de la historia del arte. 2. El de la visualidad, que es muy amplio y que todos tenemos producto de la experiencia. La visualidad es un ejercicio continuo y complejo que ocurre en el cerebro y no en los ojos. Es un proceso intelectual intenso, personal y muy subjetivo. Por eso, el artista debe trabajar imaginando un público inteligente, con una profunda relación visual con el mundo en el que vive. No hay que leer a Adorno o Heidegger, no hay que saber de estética para tener una mirada inteligente, por eso, mis padres disfrutaron la experiencia de ir a un museo.
AUTOFICHA
- Mis nuevas obras las creé con microscopios muy poderosos del Ma-ssachusetts Institute of Technology (MIT): son castillos grabados en granos de polvo.
- Esto solo es posible usando un rayo de iones. Y, luego, fotografiamos estos grabados y obtenemos piezas que resultan como asteroides.
- Si no fotografiamos estas piezas, lo creado resulta invisible. Hay una distancia conceptual muy grande, pero aquí el arte está ligado con el proceso de ejecución.
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