Guido Lombardi,Opina.21
glombardi@peru21.com
Es cierto que la mitad de los venezolanos mantiene su respaldo a un régimen en el que la corrupción endémica en el uso de los dineros públicos ha llegado a niveles comparables solo a dictaduras desembozadas como las de Duvalier, Somoza o Trujillo.
Pero también es innegable que la otra mitad parece haber perdido la paciencia ante la pretensión de mantener un régimen manejado por los cubanos.
En lo económico, la situación es aún más grave. Pese a los petrodólares (que significan el 95% de los ingresos por exportación), la inflación ya supera el 25%, el déficit fiscal llega al 15% y la deuda pública es de 150 mil millones de dólares. Esas cifras se traducen en racionamiento de productos de primera necesidad y escasez generalizada de alimentos, el 80% de ellos importados.
Las protestas pacíficas convocadas por Capriles podrán derivar, más temprano que tarde, en protestas sociales agudizadas por el ajuste económico que tendrá que poner en práctica Nicolás Maduro si tiene el mínimo de responsabilidad necesario para evitar un descalabro económico irreversible.
Hay quienes piensan que el cambio en esa nación solo será posible cuando los venezolanos sientan que “ya tocaron fondo”. En todo caso, los que votaron por la continuación del chavismo parecen ser los únicos en no percibir que ya se tocó fondo hace rato y que lo que viene agravará la situación descrita líneas arriba.
La gran incógnita es el papel que jugarán de ahora en adelante las Fuerzas Armadas venezolanas.
La ausencia de Diosdado Cabello en la ceremonia de proclamación y la reunión que Capriles habría tenido con los altos mandos la noche misma del domingo pueden ser un indicio de la insatisfacción de la cúpula militar.
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