Hace un par de años reseñé Bajo la sombra, primera novela de Jack Martínez (La Oroya, 1983). Narración acerca de una paternidad frustrada, poseía algunos aciertos parciales que contrastaban con una subtrama que muy poco favor le hacía al libro en conjunto: innecesaria, alambicada, demasiado postiza. Pero había una historia principal rescatable, algunos personajes bien trabajados, ciertos pasajes bastante bien escritos. Como debut cumplía la prueba; cuando la leí me dejó con ganas de saber cómo el autor se iba a batir en el siguiente turno.
Sustitución es el nuevo desafío que Martínez asume y para comenzar diré que es superior a Bajo la sombra, aunque la distancia no es tampoco demasiado amplia. Sí, hay una trama más compleja y más interesante. El protagonista exhibe mayor densidad, la prosa está mejor maniobrada, hay episodios muy bien dibujados, como el de Chulec, ese pequeño suburbio de California en los Andes, realmente destacable. Sin embargo esas virtudes, que no son pequeñas, comienzan a desaparecer mientras avanzamos más allá de la mitad de la novela.
Sustitución comienza prometiéndolo todo. Tiene unas primeras páginas que nos trasladan desde su frase inicial a la situación de un hombre cuyo padre ha muerto por mano propia, que siempre ha tenido problemas para adaptarse al mundo que le rodea, que sufre por un pasado sobre el que no puede sincerarse con nadie. Conoce a una antropóloga puertorriqueña con quien entabla una relación compuesta por datos falsos, preguntas sin respuesta y evocaciones dolorosas. Poco a poco vamos enterándonos de la verdad que el protagonista oculta. Esta incluye no solo un horrible asesinato, sino también los orígenes de su padre entre la mísera La Oroya y el arcádico Chulec, así como una historia de guerra que culmina en una mutilación tan material como simbólica.
Hasta ese episodio en que el padre habla de su tragedia bélica, hay poco que reprochar. Quizá el personaje de Laura, la antropóloga, sea el punto más bajo de toda esa instancia. Nunca se concreta en una personalidad definida, por mucho que Martínez procure dotarla de un talante nerviosamente cordial, marcado por una infancia traumática. A pesar de que es presentado como un personaje decisivo, nunca deja de ser utilitario y algo artificioso, pergeñado sin demasiada convicción.
Los verdaderos problemas de Sustitución aparecen en el último tercio del libro, y con fuerza. El primero y más grave es que Martínez no resuelve convincentemente el entramado de historias que ha desarrollado con tanta eficacia hasta ese momento. El segundo es que la prosa se contagia de esa indecisión y comienza a tornarse vaga y morosa. Llegamos al final con la sensación de haber recorrido una novela que va de más a menos, y eso es un defecto por donde se le mire.
Sería injusto calificar a Sustitución como un mal libro. Tiene no pocos méritos, aunque vistos en perspectiva, al igual que en Bajo la sombra, resulten parciales. Pero es innegable que donde antes había una estructura gruesa y obvia ahora hay sutileza y pericia, y que la comprensión y ejecución de las acciones y reflexiones de los personajes son mucho más logradas que en su debut. No obstante, César Luis Menotti decía que de la duda no se sale, y esa frase podría aplicársele perfectamente a Sustitución: Martínez no supera sus inseguridades como narrador y nos deja la sensación de que esta novela es todavía un peldaño más en su meta por escribir el libro sobre el padre que tanto anhela.
Apreciación
- ‘Sustitución’.
- Emecé, 2017. 131 pp.
- Relación con el autor: cordial.
- Valoración: 3 estrellas de cinco posibles.
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