Un museo no debería ser un lugar para guardar religioso silencio; ni debería ser un espacio sexual y políticamente correcto. Un museo no debería ser un lugar donde la cantidad del personal es superior al número de visitas diarias.
Un museo no debería ser un lugar paupérrimo, decadente, degradado y con olor a naftalina; ni debería ser el lugar donde todo se rige a partir de un único criterio que lleva años sin actualizarse; tampoco debería utilizar tipografía del INC (el cual hace años no existe).
Un museo no debería entenderse como un repositorio de huacos; ni como lugar donde la única actividad (si es que la hay) es durante el Día de los Museos; tampoco como un lugar frío y lejano para su entorno vecinal.
Un museo no debería ser el mausoleo de sus directores; ni la guarida de burócratas que están muertos en vida desde las 8 a.m. hasta las 4 p.m., y en espera de su nombramiento en la 19990 o en la 20530.
Un museo no debería ser un lugar que desde hace décadas se muere lentamente.
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