“De niña siempre tenía el cuerpo golpeado. Mi padre me pegaba. Recuerdo que si traía malas notas o se me perdía algo, inmediatamente recibía una cachetada, tirones de pelo y hasta patadas. Me dolía mucho cuando me pegaba, pero más me dolía que mi mamá no hiciera nada. Pensaba que me castigaban porque me querían corregir; pero todo cambió cuando tuve a mi hijo. Entonces me di cuenta de que eso estaba mal y que los padres pueden corregir a sus hijos sin maltratarlos. Es difícil, a veces pienso en darle un manazo, pero me acuerdo de mi niñez y se me estruja el corazón”.
Este es el testimonio de una mujer a la que llamaremos Katherine, quien en su niñez fue víctima de maltrato físico y psicológico por parte de sus propios padres. Como Katherine, muchos niños en el país pasan por esa situación. Según el registro de los 221 Centros de Emergencia Mujer –del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP)–, en la primera mitad del 2015 se presentaron 9,495 denuncias de agresiones psicológicas, físicas y sexuales contra menores.
Aunque, al igual que sucedió con Katherine, hay una cifra negra de casos que no son denunciados, la estadística es alarmante y mucho mayor a la del 2014, en el que se registraron 15,579 denuncias.
“Esto significa que mientras el año pasado se presentaban 42 denuncias al día por diversos tipos de violencia contra menores de edad, este año el número llegó a 52. Una de cada tres denuncias se debe a violencia física, es decir que cada día 17 niños o adolescentes son víctimas de ese tipo de maltrato”, dijo el viceministro de Poblaciones Vulnerables, Fernando Bolaños.
Para la autoridad, el aumento de casos podría obedecer a que ahora hay más acceso para denunciar estos hechos. Sin embargo, también podría ser que, efectivamente, los casos están aumentando. “Aquí hay un tema crítico y es que somos parte de una cultura que aún acepta la violencia contra los niños como algo natural, muchos padres creen que castigar a sus hijos físicamente es parte de su trabajo como progenitores y eso es un tema que pasa por un cambio cultural”, manifestó.
PERUANOS CASTIGADORES
Las cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) corroboran esta afirmación. La Encuesta Nacional de Hogares 2014 revela que un 19.8% de las entrevistadas cree necesario castigar a sus hijos para educarlos. A ello se suma que el 28.6% de madres y el 25.6% de padres refieren que usan golpes para disciplinar a sus hijos, con más frecuencia en la selva.
Germán Guajardo, director de la Fundación Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo (ANAR), indicó que según las denuncias reportadas por el teléfono de la institución, en la mayoría de los casos son los propios padres quienes golpean a los niños (81% de los casos) y la población más vulnerable es la de menor edad, sobre todo de sexo femenino.
“En el Perú, muchos padres aún emplean jaloneos, pellizcos o correazos y palazos para castigar a sus hijos; pero también hay situaciones más extremas: algunos ahogan a sus hijos, metiéndolos en una tina con agua, otros les ponen rocoto en la boca o hasta los queman”, precisó.
El viceministro Bolaños advirtió que los niños y adolescentes que sufren este tipo de violencia tienen una autoestima baja, un bajo rendimiento escolar y menos posibilidades de desarrollarse en el futuro.
¿CASTIGO MODERADO?
Pese a esa situación, las leyes peruanas permiten que los padres castiguen a sus hijos. El artículo 423 del Código Civil dice que, dentro de los derechos y deberes de los padres, estos pueden corregir moderadamente a sus hijos y, cuando su acción no sea suficiente, pueden incluso recurrir a la autoridad judicial para solicitar su internamiento en un establecimiento de reeducación de menores. “Este es un texto del siglo pasado y que debe modificarse”, opinó Guajardo.
Por eso se está impulsando la aprobación de una iniciativa legislativa para prohibir toda forma de castigo físico y humillante contra los niños y adolescentes. Ana María Márquez, directora de Programas de Save the Children, comentó que en los últimos años se han presentado hasta seis proyectos de ley para prohibir estas formas de castigo sin lograr resultados concretos.
“Este es un tema urgente. No podemos esperar el debate y la aprobación de un nuevo Código de la Niñez para prohibirlo. La ley protege la integridad de los adultos, no permite que un adulto golpee a otro adulto, pero permite a los adultos corregir a los niños sin señalar que está prohibido castigarlos”, expresó.
Matilde Cobeñas, comisionada de la Defensoría del Pueblo, explicó que lo ideal es que los padres de familia tengan pautas de crianza positiva para educar y corregir a sus hijos sin usar métodos violentos. “No se les quiere quitar autonomía, pero sí erradicar la violencia”, manifestó.
Bolaños agregó que, mientras tanto, se trabaja en dos proyectos piloto para promover buenas prácticas de crianza y un buen trato a los menores. Aunque, dijo, la situación no va a cambiar si no se dan cambios culturales. “No debemos quedarnos callados. Las personas deben entender que los niños merecen respeto”, puntualizó.
PIDEN PROTEGER A LOS TESTIGOS DE VIOLENCIA
Además de pedir que se apruebe la eliminación del castigo físico y humillante contra los niños y adolescentes, la Fundación ANAR exhortó a las autoridades a que legislen para implementar medidas de protección y tratamiento, a fin de atender a los niños que son testigos de violencia entre sus padres.
Germán Guajardo, director de la fundación ANAR, indicó que mientras las víctimas de violencia reciben ayuda y los agresores sanciones, los menores que presencian una situación de violencia quedan en medio sin recibir algún tratamiento.
“Por ejemplo, en el caso del hombre que mató a golpes a su conviviente hubo un niño que presenció la escena y se quedó con el cadáver de su madre toda la noche. Obviamente, él también sufrió los traumas de la violencia, pero los fiscales no dictaron ninguna medida a su favor, como que vaya a una terapia psicológica”, manifestó.
Por Mariella Sausa (msausa@peru21.com)
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