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¿Qué puedes hacer si decides renunciar a tu boda?

Pensar bien antes de aceptar el compromiso está muy bien: no es falta de amor, sino lucidez para decidir con fundamento.

Es vital expresar las inquietudes antes de dar el sí definitivo. (Perú21)
Es vital expresar las inquietudes antes de dar el sí definitivo. (Perú21)

Entre el día en que uno se compromete para casarse y el día de la boda pasan muchas cosas. Hay parejas que, a pesar del estrés causado por los preparativos, fortalecen sus vínculos durante este lapso.

En esos casos, el amor suele imponerse por encima de los obstáculos. Otras veces, el rumbo trazado por la ilusión cambia de manera drástica. Muchas parejas se asustan, dudan y sienten que han tomado una mala decisión. La boda, entonces, corre peligro.

Dudas internas
“Me comprometí hace seis meses. Sin embargo, he evaluado la situación y ya no quiero casarme”, confiesa Marcela (30). “Creo que nos precipitamos, pero, en estos últimos dos o tres meses, siento que no estoy lista para vivir con él. ¿Será que no lo amo como debería?”, agrega.

Presión social
“Decidí casarme cuando tenía cinco meses de embarazo”, cuenta Cynthia (34). “Mi enamorado me dijo que teníamos que hacerlo, pues quería que nuestra hijo nazca en un matrimonio bien constituido. No estuve de acuerdo totalmente con esa forma de pensar, pero acepté. Ahora, a solo un mes del matrimonio, me parece que no debería casarme por las apariencias, sino porque amo al padre de mi bebé. El problema es que ya no lo amo”.

Novia fugitiva
“Me he comprometido dos veces. Las dos veces cancelé mi boda”, afirma Johanna (37). “La primera ocurrió cuando tenía 21. Si bien amaba a mi novio, mi mamá y mis hermanas me hicieron entrar en razón. ¿Cómo iba a casarme tan joven? Él quedó muy dolido y terminó conmigo. La segunda fue porque me dio un ataque de pánico. Tenía 33 años y una noche me visualicé como una ama de casa arrugada, con sobrepeso y cinco hijos. Me asusté y terminé con mi novio”.

Tiempo fuera
Desde el ‘¿quieres casarte conmigo?’ hasta el altar hay un trecho susceptible a diversos elementos, sobre todo si el tiempo de espera es largo. A menos que uno esté en Las Vegas, claro, donde uno se casa en cuestión de minutos.

Casarse es un acto voluntario que, como tal, requiere que ambos protagonistas estén seguros. Pensar bien antes de aceptar el compromiso está muy bien: no es falta de amor, sino lucidez para decidir con fundamento. Dudar también es correcto: significa que aún no se está listo. Estar seguro no garantiza un matrimonio feliz hasta que la muerte los separe, pero ayuda a llegar de manera más sólida al gran día.

El punto es que hay que expresar las inquietudes. A un amigo, a un psicólogo, a la pareja. Si bien el reproche será “¿por qué querías casarte, entonces?”, es mejor tomar valor y ser honesto antes del ‘sí’ definitivo.

El naturalista inglés Charles Darwin escribió sobre el matrimonio. Una ventaja para él: tener siempre compañía. Una desventaja: tener menos dinero para comprar libros.

Las Vegas, en Estados Unidos, es una ciudad donde no hay tiempo para “pensarla mucho”. Su legislación permite que una pareja se case el mismo día que hace el trámite. Al día, se registran alrededor de 300 bodas.


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