Aunque, de lunes a sábado, sus principales clientes son ejecutivos y empleados, en El Escondite del Gordo se come como en casa: una comida de buen sabor, correcta técnica y sin mayor artificio. Por eso, y por sus buenos precios, dan ganas de regresar.
Nosotros fuimos por curiosidad, porque nos dijeron que en sus 16 años no había dejado de mejorar y que, por eso, no debíamos perdernos sus platillos. El dato fue certero, sobre todo porque en Lima –y sus confusiones– nos estamos olvidando de que el mejor cebiche es el clásico: el de pescado, cebolla, ají limo, sal y limón; el que no lleva ni cremas ni salsas invasoras, aquel donde se lucen el pescado y su frescura, donde la perfección es sinónimo de simpleza. Y este cebiche, a solo 23 soles, es el que sirven en El Escondite del Gordo.
Además, el lugar tiene unos espaguetis a la huancaína con filete de perico que no están nada mal, un arroz con mariscos a la norteña (con culantro, chifles y cerveza negra) bastante contundente, una ensalada campera que cumple su función de abrir el apetito (o de alimentar a los vegetarianos) y sudados y parihuelas que nos calentarán más que el verano.
¿Y para beber? Pídase una cerveza y no se haga problemas.
¿DÓNDE IR?
El Escondite del Gordo tiene locales en San Isidro, La Molina y en algunos centros comerciales. Nosotros visitamos el que está en Blondet 216, San Isidro.
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