Las recientes designaciones en las Fuerzas Armadas son un relevo institucional importante. El presidente de la República tiene la facultad de elegir a los tres representantes más antiguos de cada armada y eso ha hecho.
Se han respetado los dos años de funciones en la comandancia y eso es lo correcto. Los nombramientos son la continuidad de un respeto a la institucionalidad, lo que permite mantener el prestigio de nuestras fuerzas del orden. Ahora ellos tienen el reto de ejercer con responsabilidad sus funciones y para eso hay que darles confianza.
La elección de este personal militar es destacada y no la cuestiono, como tampoco lo hago con ningún comandante general que haya estado en el gobierno de Ollanta Humala o de Alan García.
No le doy ningún crédito al informe que haya emitido la comisión encabezada por Enrique Bernales (sobre ascensos militares), porque no se puede nombrar un grupo de trabajo en el que solo una persona haga una evaluación por armada; eso descalifica el reporte.
La tarea pendiente ahora es solucionar la incertidumbre que se genera en los oficiales cada fin de año con los pases al retiro por renovación. La ley dice que los militares pasan al retiro cumplidos los 40 años de servicios, pero no siempre se cumple. Eso debe cambiar.
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