Esteban Acuña
@estebanbigotes
De los crímenes cometidos por el ex presidente peruano, Alberto Fujimori, resalta el caso de los nueve estudiantes y el profesor de La Cantuta, y el de las víctimas del solar de Barrios Altos.
Pero Fujimori también es sindicado por la muerte de seis personas en Pativilca, la cual habría sido perpetrada por el Grupo Colina el 29 de enero de 1992. Hoy, este tema —del que poco se recuerda— ha vuelto a ser noticia.
El Poder Judicial de Chile decidió ampliar la extradición del ex mandatario por el presunto delito de homicidio calificado por el mencionado caso, y también por los delitos de peculado y asociación ilícita para delinquir (cuestión que detallamos en esta nota).
En el caso conocido como Pativilca, el grupo Colina ejecutó, presuntamente, al estudiante John Calderón Ríos; a los agricultores Toribio Ortiz Aponte, Felandro Castillo Manrique y César Rodríguez Esquivel; al chofer Pedro Agüero, y al profesor Pedro Arias Velásquez.
Quince años después de ocurrido el fatal episodio, la confesión de uno de los miembros del grupo Colina, el 27 de febrero de 2007, fue clave para confirmar las sospechas de los familiares de las víctimas.
El crudo relato de confesiones y testimonios
El ex agente Jorge Ortiz Mantas reveló que el comando paramilitar realizó “operaciones especiales” que incluían acciones de vigilancia, secuestro y aniquilamiento, y recordó haber participado en el secuestro y asesinato de seis pobladores de los anexos Pampa San José y Caraqueño, en la provincia limeña de Pativilca, a 5 minutos de Paramonga.
Los testigos informaron a la policía y lo reafirmaron ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) que un grupo de encapuchados —alrededor de una veintena de hombres con ropa oscura— irrumpió en sus viviendas entre las 2:30 y 4:00 de la madrugada.
Primero ingresaron a la casa del estudiante de mecánica de 18 años de edad, John Calderón, en Pampa San José, a quien sacaron a rastras hasta meterlo en una de las dos camionetas estacionadas en la puerta, y sin que sus padres pudieran impedirlo.
Un relato similar fue el que brindó Abraham Fernández, primo de Toribio Aponte, campesino de 22 años que vivía a una cuadra de la casa del estudiante, quien también fue asesinado.
“Esa gente estaba armada. Sacaron a Toribio, le pegaron, lo jalonearon y lo metieron en una camioneta que estaba afuera. Tenían armas grandes y alumbraban las casas con una luz potente”, refirió.
El tercero de la lista fue Felandro Castillo, con su esposa y sus dos hijos pequeños. Entonces ya eran cerca de las 3:30 de la mañana, cuando ingresaron a la casa de Pedro Agüero de 35 años.
En este caso testimonió su hermano, José Luis: “Había una persona que lo identificó moviendo la cabeza. Entonces a mi hermano lo taparon con una frazada y lo metieron a la camioneta”, indicó.
José Luis indicó que desde el techo de su casa vio que los encapuchados se dirigieron hasta la casa del profesor Ernesto Arias, en la zona de Caraqueño. También se lo llevaron, a pesar de que Gladys Vilca, su esposa, intentó defenderlo.
La última víctima fue el campesino César Rodríguez, de 29 años. Su esposa, Herlinda Lucas, afirmó que la mujer que estaba con el grupo lo amenazó y le dijo que lo iban a matar. Al igual que al resto lo golpearon antes de meterlo en la camioneta.
Al día siguiente, cerca de las 18:00 horas José Luis Agüero, hermano de una de las víctimas, encontró sus cuerpos en un cañaveral, a pocos kilómetros del lugar. La huellas de tortura eran evidentes, y además tenían orificios de bala en la cabezas y marcas de quemaduras, según las mismas declaraciones.
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