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Carmen Masías: “Si íbamos bien, ¿por qué me sacaron de Devida?”

Exfuncionaria cuenta en exclusiva para Perú21 los entretelones de su abrupta salida del organismo clave en la lucha contra las drogas.

Masías habló en exclusiva con Perú21 sobre su salida de Devida. (Rafael Cornejo)

Gonzalo Pajares,gpajares@peru21.com
El martes por la noche le comunicaron que ya no era más jefa de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida). Carmen Masías, psicóloga con casi 30 años de experiencia en temas antidrogas, se sintió maltratada. Aquí nos expone el porqué de su malestar y los logros de su interrumpida gestión.

Ha dicho que se siente maltratada por la forma cómo le comunicaron que ya no era más jefa de Devida…
El Presidente de la República y el primer ministro tienen todo el derecho de cambiar a los funcionarios. Cuando acepté el cargo –y estuve dos años y cuatro meses– era muy consciente de ello. La administración pública tiene que humanizarse. Es decir, no podemos ser vistos como piezas de ajedrez. Me hubiera gustado que me llamen, que conversen conmigo y, luego, lo anunciaran. El primer ministro me convocó a su despacho y, a las 9 p.m. del martes, me anunció que ya no iba en el cargo. El miércoles, a primera hora, en El Peruano, apareció la resolución de mi salida como si estuvieran respondiendo a una carta de renuncia. Y yo quiero que quede claro que no renuncié, me invitaron a dejar el cargo. Si hubiese estado enferma o hubiese metido la pata, habría renunciado, pero íbamos bien, entonces, ¿por qué renunciar, por qué me sacaron de Devida?

Es decir, mientras le decían que ya no iba más en el cargo, la resolución de su supuesta renuncia ya se imprimía en El Peruano…
Así es, ya estaba hecha. A la edad que tengo, con mi trayectoria personal y profesional limpias, tengo que molestarme por algo así, ¿no es cierto?

¿Intuía que el Gobierno no estaba contento con usted?
No tenía ningún indicio.

Por eso, la llamada del martes la tomó por sorpresa…
Así es. Quiero resaltar que es la primera vez que, en el Perú, una gestión tiene una estrategia antidrogas que cuenta con indicadores, con metas claras que se pueden evaluar, afinar, ajustar. La meta del 2013 fue erradicar 18 mil hectáreas, erradicamos 24 mil. Y le doy una primicia: el estudio de Naciones Unidas que se presentará este 11 de junio, arroja que hemos reducido, en dos años, un 17% del espacio cocalero. Es la primera vez que hay una tendencia sostenida a la baja. He estado totalmente alineada con el mandato y la estrategia (antidrogas) del presidente Humala. Al principio, cuando nos pidió metas más altas en erradicación, en decomiso, mes sorprendí –llegar a las 30 mil hectáreas es bien difícil–, pero también me alegré. Me dije: “Qué bueno que un presidente nos ponga estas vallas tan altas y tenga la voluntad política de erradicar la hoja de coca”. Y pensé esto por dos razones: 1. Nos obliga a cumplir y a hacer cumplir esta tarea. 2. Las evidencias históricas y empíricas nos demuestran que solo si se erradica y se hace desarrollo, hay éxito.

Para el Gobierno, ¿es prioritaria la lucha antidrogas?
Sí, siento eso. Creo que es el primer Gobierno que se ha planteado un trabajo para enfrentar el narcotráfico y la ilegalidad. Obviamente, nada es perfecto y se tienen que afinar algunas cosas.

Se dice que, a raíz de su salida del cargo, habrá un cambio en la política antidrogas. Si esto fuese así, ¿haría un llamado de atención?
Toda política debe tener ajustes, y los cambios son necesarios. La dinámica del narcotráfico es tan acelerada que nos obliga a hacer un análisis permanente de la situación. Yo no rechazo los cambios: Si el presidente cree que, en el Vraem, la reconversión agrícola –sin erradicación o erradicando posteriormente– va a dar mejores resultados, tiene todo el derecho de pensar así.

¿Reconversión sin erradicación es el camino?
Lo normal es tener diferencias de opinión. Lo importante es reunirse, llegar a un consenso, poner las cosas sobre la mesa y hacer lo mejor para el Perú. Si el Gobierno estaba descontento por mi firmeza al plantear la erradicación, me hubiese gustado que alguien lo expusiese, pero yo defendí la erradicación porque el mismo presidente nos la pidió. Y yo acepté el cargo porque creo –y creo que así también lo piensa el presidente– que no hay éxito sin erradicación. Cuando la historia nos muestra que el Vraem, donde nunca se ha erradicado, produce el 54% de la coca del Perú –a pesar de que allí se han metido 1,900 millones–, no nos queda sino concluir que por más dinero que se meta, si no hay una estrategia integral –decomiso, interdicción (aérea, fluvial y terrestre), desarrollo y erradicación– no se llega a ninguna parte. Veamos el caso de San Martín: esa región tenía 35 mil hectáreas de coca; hoy, solo 700. Y todo porque allí se hizo erradicación, desarrollo… y desarrollo no solo entendido como sustitución de cultivos sino como conectividad, infraestructura, escuelas, hospitales, es decir, presencia del Estado, lo que originó un cambio de mentalidad y de conducta en la gente.

¿La reconversión es una ‘solución’ reciente?
Sí, pero más allá del nombre, lo importante es que las cosas tengan éxito. Nosotros, en lugar de hablar de reconversión, hablamos de post-erradicación. La gran diferencia entre las gestiones anteriores y la nuestra es que nosotros erradicábamos y, de inmediato, ofrecíamos alternativas de desarrollo; la reconversión, en cambio, habla de ir poco a poco. Quiero decirle algo: los cocaleros no son unos ‘pobrecitos’, son personas que, en familia, están ligados a los laboratorios, al narcotráfico. Claro, ellos no dicen esto, pero hay poblados enteros del Vraem que han sacado a perdigonazos a la Policía cuando esta ha ido a destruir laboratorios. Es decir, el tema es muy complejo.

Pero no es posible meterlos a todos a la cárcel…
Obviamente, eso no se puede hacer. El proceso debe ser integral. Y le doy un ejemplo de éxito: lo que hicimos en El Monzón. Allí, el Estado entró después de 40 años. Negociamos con las autoridades –no con todas tuvimos éxito–, con los cocaleros, con la población, con las asociaciones de mujeres, y entramos al Monzón después de erradicar 13 mil hectáreas de coca… sin un solo muerto. Creamos biohuertos, piscigranjas, mejoramos cultivos y pedimos apoyo a las empresas que trabajaban en la zona; llevamos médicos, a la Reniec –muchos pobladores no tenían DNI, no existían para el Estado peruano–, comisarías, Banco de la Nación… era el Estado entrando a la tierra de nadie. Estas personas vivían ligadas al narcotráfico o al terrorismo, y nos propusimos cambiarles sus referentes. Recuerdo que, en nuestra primera reunión, los cocaleros querían que firmásemos un documento comprometiéndonos a no erradicar. “De ninguna manera”, les dije. Devida es responsable de la estrategia nacional de lucha contra las drogas, y la erradicación es fundamental en esta estrategia.

Qué sintió al ver al documento que esta semana firmó el ministro de Agricultura con los cocaleros del Vraem: no habrá erradicación, habrá reconversión, no se instalará ninguna base en la zona…
Devida y yo no podemos estar de acuerdo con esto, pero lo importante es que las cosas funcionen, que se use lo que ha demostrado eficiencia. En cuanto al documento firmado por el ministro, no me atrevería a juzgarlo. Con los 800 o 1,000 millones más que allí meterán –además de los 1,900 millones que ya han metido–, quizás tengan éxito. Para mí, el desarrollo es algo más complejo y, para alcanzarlo, la erradicación, el decomiso y la presencia –incluso afectiva– del Estado son fundamentales.

Si lo que hacía Devida estaba bien, ¿por qué el ministro de Agricultura va al VRAEM, se reúne con los cocaleros y negocia algo que no va con la estrategia que ustedes seguían?
El Ejecutivo tiene todo el derecho, si cree que se puede hacer mejor, de cambiar de planes. Lo que yo le pido al presidente Humala es que, si luego ve que la cosa no marcha, rectifique. Le deseo lo mejor del mundo porque sé que este trabajo es muy difícil. Y le invoco a que busque un liderazgo inclusivo: acá nadie es Superman, nadie puede hacer el trabajo solo.

Fernando Rospigliosi dice que los militares dominarán a Alberto Otárola, el nuevo jefe de Devida…
El militar está para cuidar y para dar seguridad. La erradicación está a cargo de la policía. Repito, el trabajo debe ser articulado y para que no corra riesgos, les he pedido a los directores que trabajaron conmigo que se queden en Devida, que no renuncien, que apoyen a Otárola para que haya una continuidad… ojalá los mantengan.

Los cocaleros apoyaron a Humala en sus campañas de 2006 y 2011. ¿Tiene algunas deudas pendientes con estas personas y, por eso, puede ser laxo?
Yo no sentí eso, es más, él nos exigió erradicar más hectáreas de coca: 30 mil es la meta del 2014… ya vamos 11 mil.

¿Otárola está capacitado para el cargo?
No lo sé, no conozco su currículo. Yo tengo una buena relación con él, lo habré visto máximo unas tres veces, pero desconozco su background. No creo que el éxito se dé porque una persona es una maravilla en un tema, el éxito se da porque esa persona tiene la inteligencia para convocar a los mejores y para delegar, pues uno no lo puede hacer todo. Créame, yo deseo de todo corazón que a Otárola le vaya bien, porque sé lo difícil que resulta esa tarea.

Para que le vaya bien a Devida y al país, ¿Otárola debe continuar con la política que usted inició?
Hay que hacer ajustes, pero la estrategia se debe mantener. Y tampoco creo que volvamos a las políticas promovidas por el anterior jefe de Devida, Ricardo Soberón.

AUTOFICHA

- En Devida ponemos en riesgo nuestras vidas. La primera vez que ingresé al Monzón, tuve que ponerme chaleco antibalas. Lo bueno es que hoy soy recibida con gratitud.

- Así como la presencia del Estado es importante, también lo es la afectividad. La gente necesita ser ciudadana y, además, sentirse querida.

- Me sacaron el martes de Devida y el miércoles estaba de nuevo en Cedro. Hoy trabajamos para que no se permita ninguna publicidad de tabaco. Soy ‘workaholic’.


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