“Fue necesario. No había otro camino”
Martha Chávez / Congresista de Fuerza Popular
A FAVOR
El 5 de abril de 1992, el presidente Alberto Fujimori tomó una medida extraconstitucional, pero absolutamente necesaria, desde mi punto de vista. No había otro camino. El Perú atravesaba una situación crítica, de absoluto peligro porque el terrorismo golpeaba las puertas de Lima. También se debía preservar la legalidad de las reformas estructurales y las medidas dictadas para modernizar el sector productivo, teniendo en cuenta la quiebra en la que el gobierno aprista dejó al país el año 1990.
Es cierto que el Congreso bicameral de ese entonces le delegó facultades al Ejecutivo y se dictó una serie de decretos legislativos. Sin embargo, también es cierto que la mayoría aprista e izquierdista en el Parlamento presentaba acciones de inconstitucionalidad para desarmar, atacar y desfigurar todas esas normas en el Tribunal de Garantías Constitucionales, tomado políticamente por el aprismo y el izquierdismo.
El presidente Fujimori fue consciente de eso y, en un momento sumamente difícil, asumió poderes extraordinarios muy temporales. Además, unos meses después del cierre del Parlamento convocó a un proceso electoral para el Congreso Constituyente Democrático (CCD).
Con el 5 de abril se produjo un nuevo esquema constitucional. Pese a quien le pese, la Constitución de 1993 estableció un modelo económico y un rol del Estado eficiente, que garantiza el ahorro y la propiedad y presupuestos equilibrados, sin peligro de expropiaciones. Ya no somos el paria de 1990 y pudimos reinsertarnos en la comunidad internacional. El Perú, hoy, es distinto al de 1992.
“Zarpazo le sirvió para sus fechorías”
Alberto Borea / Constitucionalista
EN CONTRA
El golpe de Fujimori fue muy malo para el país.
Es cierto que el Perú atravesaba serios problemas debido al pésimo gobierno de Alan García, quien habiendo sido un político joven que la gente entendía prometedor, defraudó en todos los campos. Ello arrastró, desafortunadamente y no obstante la firmeza de quienes lo combatían, al sistema político que fue pasto de la demagogia populista de Fujimori y de su afán de copar todo el poder, reuniendo en sus años de dictadura a los militares, empresarios y a la prensa, los que, halagados, incentivados o asustados, se plegaron a él.
Cuando Fujimori asumió logró mayorías en el Congreso uniéndose o con los representantes del Fredemo, para algunas cosas, o con los de los comunistas y el Apra para otras. Es decir, podía gobernar.
Se le dio, en sus 20 meses en democracia, todas las herramientas para combatir el terrorismo y para la reinserción en el sistema económico internacional. Hubo más de 60 instrumentos legislativos que contaban con respaldo en el Congreso.
Su golpe envileció a los militares, compró o alquiló a la prensa, destrozó los grupos intermedios, desinstitucionalizó al Perú, dejó a los trabajadores sin derechos, acabó con la solidaridad, cometió impunemente en esos años todo tipo de delitos y finalmente huyó cobardemente del país, dejando antes un texto al que llamó “constitución” con la pretensión que todos siguieran obedeciendo su modelo, con al agregado que puso altas trabas para la modificación. En suma, para lo poco bueno que pudo hacer, no necesitó golpe, pero el zarpazo le fue indispensable para llevar adelante todas sus fechorías.
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