Una de las mejores voleibolistas de nuestra historia es la polémica Natalia Málaga. Mujer de carácter, hoy es contratada por empresas como Mariátegui JLT Corredores de Seguros, para darles charlas sobre liderazgo a los principales ejecutivos del país. So pretexto del Día Internacional de la Mujer que se celebra mañana, la buscamos para que nos hable de esta nueva faceta suya.
¿De quién heredaste tu carácter?
Tuve muchos ejemplos a seguir. Destaco el ejemplo de mis padres: mi papi tenía un carácter fuerte, don de mando, era perfeccionista, siempre quería que las cosas se hiciesen bien; mi mami era más una guía, quien nos encaminaba por las buenas acciones. La disciplina, en casa, la imponía mi padre.
¿Cómo eras de niña?
Muy competitiva, siempre quería ser la primera, no equivocarme… sobre todo en los deportes, no mucho en los estudios (risas). Además, era palomilla. El vóley y los otros deportes me llevaron a plantearme metas cada vez más altas.
De dónde te viene lo palomilla.
De mi familia: yo soy la última de nueve hermanos. Era su punto de vacilón, la mantequilla de los juegos. Entonces, yo me picaba porque por ser la más pequeña me subestimaban. “Tú no vas a poder esto”, me decían. “Sí podré”, les refutaba y, claro, me ganaban y me picaba, pero lo hacía, no me dejaba. También era la más pequeña de mi barrio y la última de los primos. Todo esto me hizo más competitiva y me sirvió para llevar con éxito mi carrera de voleibolista. Por otro lado, en la selección de vóley habíamos chicas de origen muy diverso: me juntaba con todas y establecí muy fuertes vínculos de amistad.
Yo pensé que tu carácter lo había forjado el vóley…
Allí me encontré con Man Bok Park, quien tenía un carácter muy fuerte y las metas muy claras. Soy hechura de mi casa y del vóley.
El mejor líder no es el que grita más…
Tienes razón. Yo grito bastante, pero gritar no me hace líder. ¿Qué me hace líder? Estar segura de lo que quiero, demostrar a dónde quiero llegar, qué hago y cómo alcanzo mis metas. Un líder sabe reconocer sus errores, pues de ellos también se aprende. Quizá mañana me dé cuenta de que no gano nada gritando y que, por el contrario, hasta juega en mi contra. Me evalúo siempre y si me doy cuenta de que la cagué, me voy y te toco la puerta y te pido disculpas.
¿No sientes que las cámaras y los micrófonos que la TV coloca cerca de ustedes son invasivos?
Lo son: por culpa de ellos estoy suspendida. Entran al espacio de las voleibolistas y no nos dejan ser, no nos dejan trabajar. De pronto, yo soy la malcriada, la indisciplinada y me creo una mala imagen.
Imagino que tu liderazgo no te lo has ganado allí, gritando…
Para nada, esos son apenas 30 segundos, pero yo estoy varias horas al día con las chicas, nuestras convivencias son largas y nos conocemos bien. Siempre repito: “No soy como me muestran las putas cámaras”.
¿Y cómo eres?
Normal. Yo me he ganado el respeto de mis chicas siendo sincera con ellas, contándoles lo que he vivido. Carajo, tengo 50 años, y sé lo que vive una chica de 16. Por eso, por ejemplo, les digo: “Sí o no que en tu cuarto hablas mal de ella. Bueno, gana tiempo, díselo hoy en su cara, gana tiempo”.
¿Sientes que vivimos en un mundo hostil?
Uno no sabe lo que se va a encontrar en la calle. Por ejemplo, hay gente que me quiere, pero hay otra que me manda a rodar. “Natalia, Natalia”, me gritan, y cuando no volteo dicen: “¡Qué sobrada!”. “Cómo que ‘qué sobrada’. No te conozco, no tengo la obligación de saludarte”. Yo hablo así. “No te molestes, Natalia”, me dicen entonces. “Entonces, no me jodas, que si se puede te voy a saludar”, y sigo caminando. La gente es bien faltosa y, repito, muchas veces tiene una mala imagen de mí.
Hoy les das charlas de liderazgo a los gerentes de algunas de las empresas más importantes…
Las primeras veces que lo hice les decía: “Ustedes se preguntarán qué hago acá”. Yo no voy con un Power Point, solo converso, cuento mis experiencias. Yo no sé mentir, no sé fingir, soy como soy. Me sorprende que vengan a escucharme, yo soy una deportista y no estudié en la universidad, pero la experiencia me la ha dado la vida.
¿Sientes que tenemos buenos líderes en el Perú?
Bueno, si nos fijamos en los que se presentan en televisión son una mierda, lo hacen por su propia conveniencia, no por el bien de todos.
Nuestro país es machista. ¿Te costó mucho ganarte el respeto de los demás?
No lo busqué: lo gané jugando, siendo buena deportista, entregándome a mi pasión, sacándome el alma. Luché por ser titular del equipo, por ser la mejor, para estar siempre de igual a igual con el otro. Repito, siempre soy yo.
Hablemos de tu faceta de entrenadora. Luis Enrique, el DT del Barcelona, declaró que él disfrutaba ser futbolista pero que como entrenador el disfrute no existe…
Exacto. Yo no disfruto nada, por más que haya ganado. Uno siempre se fija más en los errores que en las virtudes: ganamos el partido pero igual yo salgo de mal humor.
¿Y por qué persistes?
Porque me gusta la huevada (risas).
Dime, ¿qué disfrutas?
Alcanzar mis metas, superar las barreras. Soy terca. Yo me gusto, me quiero… sino estaría jodida. Yo no me privo de nada por el ‘qué dirán’ de la gente.
¿Vienen mejores días para nuestro vóley?
Ustedes, los periodistas, originan muchas falsas ilusiones. Dejen que nuestros equipos trabajen. Podríamos estar más arriba, pero no esperen que las chicas de hoy hagan lo que mi generación hizo: somos un país de recuerdos, pero lo digo claro: No habrá otra Cecilia Tait, otra Gaby Pérez, otra Natalia. Ahora, el público que hoy tiene el vóley lo ganamos nosotras, de lo contrario no las verían ni sus papás.
Por: Gonzalo Pajares (gpajares@peru21.com)
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