Guillermo Giacosa,Opina.21
ggiacosa@peru21.com
“Podría intentar explicarlo, pero no tendría éxito. No hay palabras para describir el auténtico terror que sientes cuando tu hijo está en un sitio que está siendo atacado con violencia y no conoces los detalles del ataque ni la situación de cada niño y no puedes hacer nada inmediatamente para ayudarles. Es un sentimiento de indefensión y de terror”. Son palabras auténticas, surgidas de uno de los dolores humanos más difíciles de manejar y, a menudo, imposibles de superar. Son dramas que dejan una herida psicológica que nos acompañará, seguramente, hasta la muerte. Compartimos empáticamente ese dolor y, al hacerlo, no podemos evitar recordarles a los ciudadanos estadounidenses que atravesaron por esa situación que la misma –pero con mayor intensidad, frecuencia y poder de destrucción– han atravesado y siguen atravesando padres igualmente amorosos y sensibles que ellos en Irak y en Afganistán, por no mencionar Libia, Siria y Palestina. Todo por culpa de las políticas erradas y mezquinas de quienes gobiernan Estados Unidos y ejecutadas por tropas de su país o de las de su socio en el Medio Oriente. Sentir en carne propia el dolor que sienten los otros podría ser una oportunidad milagrosa para juzgar, desde otra óptica, los desatinos bélicos de la superpotencia adolescente. Es una oportunidad única para comprender la realidad más allá de las mentiras políticas y periodísticas.
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