Que los republicanos hayan ganado ayer en Massachusetts es como que PPK triunfe en Puno. La ola roja (tal es el color de ese partido en EE.UU., que es de los zurdos en el planeta) ha barrido a los azules demócratas en las dos cámaras y las gobernaciones, por lo que Obama ya se ha convertido en un ‘lame duck’ o pato cojo, apodo que allá simboliza un presidente atado de manos.
Tanto por la polarización política como por la falta de ‘muñeca’ negociadora de Obama (a años luz de eso de Johnson, Bush padre o Clinton), va a ser muy difícil que lleguen a acuerdos, y, si no se tiran abajo la reforma sanitaria, lo que vamos a ver es una parálisis política hasta las próximas elecciones, donde los republicanos parten como favoritos, siendo Jeb Bush (“el Bush pensante”) su mejor carta, tanto por sus cualidades personales (a años luz de su hermano) como por el hecho de que está casado con una morena latina (Bush padre llamaba “my little brown ones” o “mis marroncitos” a sus nietos, un comentario cariñoso bastante inapropiado), ser sureño y hablar perfectamente el castellano. También el gobernador de New Jersey Chris Christie es un candidato interesante por lo eficiente y “gordito simpaticón”, pero es de la costa este y eso resta electoralmente allá. También Mitt Romney podría resucitar, pero un frío mormón ricachón no la tiene fácil. Ron Paul y Paul Ryan son demasiado jóvenes e ideologizados. Del lado demócrata, la gélida Hillary Clinton es la favorita, pero les va a ser difícil retener la Casa Blanca con ocho años de desgaste: Obama no ha sido Reagan como para dejar un heredero azul (curiosamente, ese es el color de la derecha en el resto del mundo).
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