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Opinión

Los resultados de las últimas elecciones regionales y municipales han demostrado la fragilidad del sistema de partidos políticos en nuestro país. Los partidos ya no canalizan las aspiraciones y expectativas de la población. En esta época de Internet y smartphones, las redes sociales han trasladado el espacio público de debate al ciberespacio. La lucha de ideas ya no se da en las calles o en las plazas públicas, sino en Facebook y Twitter. Eso debe hacer reflexionar a los partidos en cuanto a sus estrategias de campaña.

Además, el tema principal del debate no ha sido ideológico, sino mucho más terrenal: la corrupción. Todos los candidatos han tratado de mostrar que no estaban contaminados por ese mal, aunque pasados los comicios del 5 de octubre no han seguido mostrando esa imagen. Pocos son los partidos y movimientos que han cumplido con entregar su información financiera al JNE, y muchos menos son los que han presentado cuentas de ingresos y egresos que cuadren.

Todos somos conscientes de que las campañas políticas cuestan y que los candidatos tienen que recurrir a todas las fuentes posibles para agenciarse de los recursos que les permitan financiar sus apariciones en público y en todos los medios de comunicación posibles. Y es allí donde aparecen los ofrecimientos de dinero, algunos de ellos de origen poco limpio. Muchos opinan que el Estado debe financiar a los partidos para evitar que se caiga en esas tentaciones. Considero que puede ser una solución, siempre y cuando permitan ser fiscalizados adecuadamente. Por ejemplo, una sana medida sería que todos los partidos registren ante el JNE sus cuentas bancarias. Así se conocerían los ingresos (quiénes y cuánto aportan) y los egresos (en qué y cuánto se gasta). Lo más probable es que al principio nadie acepte esas condiciones. Pero bastaría que un partido lo haga y que se presente con la bandera de la transparencia para que los demás lo sigan, bajo pena de ser castigados por el electorado.

¿Quién le pone el cascabel al gato? Las redes sociales tienen la palabra.


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