Juan Diego Flórez,Tenor
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

Juan Diego Flórez está en Lima, no solo para estrenar Guillermo Tell, la ópera de Rossini (1, 4 y 7 de marzo, en el Gran Teatro Nacional. Entradas: Teleticket) sino para promover Sinfonía por el Perú, su sistema de orquestas que trabaja con los niños y jóvenes más pobres de Lima y provincias. La buena nueva es que la Orquesta Filarmónica de Viena, una de las mejores del mundo, contribuirá con instructores para este sistema. ¿Tocará algún día la orquesta vienesa en Lima? Con Juan Diego hay sueños que se hacen realidad.

¿Cómo quieres trascender?
Yo no quiero trascender. Yo hago lo que me mueve el corazón, lo que me llama, que, al final, es el espíritu del alma. Trato de hacer aquello que siento que me corresponde. Eso pasó con Sinfonía con el Perú.

Que se inspira en el sistema venezolano…
Cuando tuve noticias de lo que hace 35 años se realiza en Venezuela con la música –el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles que trabaja con los niños y jóvenes en riesgo y en extrema pobreza–, me interesé mucho en el programa. El destino hizo que me invitaran a cantar allá. Fui y conocí lo que es capaz de hacer la música en el ámbito social: el rescate de los niños, la implantación de valores…

La música les da esperanza y les da futuro…
La música enriquece el alma y hace de los niños mejores estudiantes, mejores personas, mejores familiares. La música viene del alma y va al alma. Allí fue que pensé que podíamos replicar ese sistema en el Perú; comenzamos a trabajar y hoy Sinfonía por el Perú es una realidad. Hoy nos hemos asociado con la Orquesta Filarmónica de Viena…

Nada menos…
Es algo increíble. La Orquesta Filarmónica de Viena tiene más de 170 años y es, seguro, una de las dos mejores orquestas de Europa. Me parece un sueño que esta gente esté en Lima y que firme un convenio con Sinfonía por el Perú.

¿Por qué te has impuesto hacer obra social en el Perú?
Porque me gusta, no lo hago por deber; nunca he hecho nada por deber. Hago labor social porque lo siento así. Además, siempre he sentido una debilidad por los niños, más aún ahora que tengo un hijo. Entonces, si puedo hacer algo por ellos y, sobre todo, por los más vulnerables, me hace dichoso: trabajar por los niños me hace más feliz que seguir cantando o desarrollando mi carrera.

Pero sí te reconoces como un gran artista…
Seguramente destaco. Cuando un teatro quiere hacer una obra de mi repertorio al primero que llaman es a mí; esto me llena de orgullo y hace que me sienta un privilegiado.

No naciste en cuna de oro. Sabes lo que significa salir adelante en un medio que apoya poco al arte, a la música.
Sí, sí. Mi mamá es la responsable de que los tres hermanos hayamos salido adelante (ríe). Ella hizo de padre y madre con nosotros. Pero, sabes, yo me olvido de todo lo malo, tengo ese mecanismo de defensa. De mi niñez y adolescencia solo me acuerdo de cosas buenas; por eso siento que, dentro de todo, la pasé bien. Quizá estas ganas de hacer música a toda costa lograron que consiguiera lo que quería. Claro, tuve la ayuda de mucha gente, pero yo la busqué, pues quería vivir de y con la música.

Eso sí, siempre estuviste seguro de que querías cantar…
Yo no sabía si quería ser cantante. Cuando me fui a Filadelfia no sabía si iba a ser tenor, director o algo distinto. Sin duda, el canto era lo que hacía mejor. Pero allá me bombardearon con ópera. Yo pensaba que iba a interpretar canciones antiguas, barrocas, que son más o menos fáciles, pero al llegar a EE.UU. me dijeron: “Estas son las óperas que tienes que cantar este año”. Hasta entonces nunca había cantado una ópera.

También te gusta lo popular…
Sí. Mi padre cantaba música peruana. Yo lo oía cantar en casa, lo acompañaba al teatro; entonces, la música peruana siempre me ha encantado, pero también me gustan los boleros, las rancheras.

¿Te imaginabas como intérprete de música popular?
De boleros y rancheras, no; pero sí de canciones a lo Gianmarco; es más, iba por ese camino.

No hay un divorcio entre la música académica y la música popular, ¿no es verdad?
La música académica no existe, existe la música. Así como existe una ranchera bella, existe una sinfonía bella. Por ejemplo, en Sinfonía por el Perú hacemos que los niños toquen Mozart, Beethoven y Tchaikovski, pero también música peruana: huaynos, yaravíes, festejos, música de la selva, etcétera.

¿Es verdad que has restringido tus actividades artísticas para dedicarte a ser papá?
He restringido mis viajes; sin embargo, creo que voy a cantar incluso más… pero en ciudades que están cerca de donde vivo (Viena), porque quiero estar siempre en contacto con mi familia y no perderme ningún momento bonito.

AUTOFICHA

- Han llegado cinco instructores de la Filarmónica de Viena. Trabajarán con los jóvenes de Sinfonía por el Perú, que trabaja con jóvenes en extrema pobreza.

- He restringido mis viajes porque quiero estar siempre en contacto con mi familia, con mi hijo, y no perderme ningún momento bonito.

- No me imagino de cantante de boleros y rancheras; pero sí de canciones a lo Gianmarco; es más, iba por ese camino. ¿Componer? Sí, tengo varios temas; recuerdo dos.


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Juan Diego Flórez

'Trabajar por los niños me hace más feliz que cantar' | Impresa | Peru21
22.NOV Viernes, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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"Trabajar por los niños me hace más feliz que cantar"

“Cuando llegué a EE.UU. recién empecé a cantar ópera, hasta entonces no lo había hecho. Es más, no estaba seguro de ser cantante”, dice Juan Diego Flórez.

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