El gabinete fue oxigenado y Ana Jara empoderada. La caída de Urresti le da sabor a triunfo a la oposición y un respiro a la premier. Las salidas de los titulares de Justicia, Energía y Minas y Mujer eran necesarias. Hasta aquí una evaluación positiva de la decisión presidencial. Ahora bien, estamos hablando de 58 ministros que han desfilado en las diferentes carteras y del séptimo titular del Interior que se estrena.
Urresti estuvo ocho meses y, en promedio, los seis anteriores no llegaron ni a 300 días. Los números no pintan bien. Ollanta Humala tiene 25% de aprobación, mientras que Nadine Heredia 16%. Esto habla de serias alarmas por acción y por elección. Durante gran parte de su gobierno, Humala, sin pericia política, ha confrontado a sus enemigos elegidos (Apra, fujimorismo, prensa), que es lo que más ha afectado su estabilidad.
El presidente se queja amargamente de que Nadine Heredia se haya convertido en blanco de acusaciones e investigaciones, al asegurar que “se sienta un precedente funesto”. Si como gobernante elegido por el pueblo reivindicas permanentemente la presencia y decisión de quien no llegó al poder por una elección popular y, además, la nombras presidenta del partido de gobierno, ¿qué que va a pasar? Lo que evidentemente está ocurriendo. Nadine Heredia está en el blanco perfecto de los adversarios, quienes evitan afectar la “figura” del jefe de Estado y no desestabilizar el gobierno. Nadine, por decisión propia y de su esposo, está en la línea de fuego, sin galones, chaleco antibalas y sin batallas ganadas. Humala tiene todo el derecho de buscar quién lo defienda para sobrevivir después de 2016, pero tiene la obligación de pensar en el país hasta que entregue la banda a su sucesor, aunque, valgan verdades, hace rato que viaja con su traje de campaña buscando mejor suerte, porque sabe que el “ruido” de Lima lo tiene perdido.
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