Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com
Todo cambio aterra, pero algunos son necesarios. El miedo de los trabajadores es un despido masivo a pesar de que ningún capítulo de la ley menciona esa posibilidad. Lo que indica es que el trabajador público será despedido si desaprueba en una segunda evaluación, tras una etapa de capacitación o cuando su puesto laboral es eliminado.
En otras palabras, tendrá el mismo trato que cualquier empleado del sector privado, lo que lo hace más competitivo y eficiente. Más bien, si es capaz y está dentro del 10 por ciento “distinguido”, tendrá una mejor perspectiva en su centro laboral. Ahora, si como dice la poco conocida ministra de Trabajo, la ley se aplicara de manera voluntaria, no entiendo para qué perdemos el tiempo en tan bizantina discusión. Se convertirá en letra muerta, como tantas otras leyes.
Por otro lado, la decisión del Tribunal Constitucional de no abrirle las rejas de la cárcel a Antauro Humala alivia, sobre todo, a su hermano el presidente. Nada hubiera sido peor para él que su díscolo pariente esté libre tras haberle negado el indulto a Fujimori. Y hablando del TC, este no puede estar más debilitado porque sus integrantes están, hace rato, de salida y sin ser reemplazados por obra y gracia de nuestro ‘congrezoo’. ¿Qué estamos presenciando? Un Legislativo incapaz de hacer su trabajo. Hasta ahora no puede elegir a un defensor del Pueblo, a los integrantes del TC y del BCR por esta carrera de cuotas partidarias. El descrédito de la clase política es muy malo. Que haya una ‘política de acuchillamiento de peces gordos’ es peligroso. Es indispensable que se investigue, pero que no se manosee la institucionalidad presidencial. Ya sabemos que las dictaduras siempre han estado precedidas por un aparato democrático deslegitimado.
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