¡Soy inocente!

En los oídos de todos los peruanos aún reverbera esa frase de Alberto Fujimori antes de ser sentenciado a 25 años de cárcel. Escuchar al presidente Ollanta Humala buscando el énfasis para minimizar el perfil cercano del fugitivo Martín Belaunde Lossio como el “soy inocente” suena estridente, hueco, mentiroso.

Huele a pescado podrido y, desde el punto de vista político y de gobernabilidad, es absolutamente contraproducente. El mandatario no puede negar lo evidente. Lo que sí debió hacer es afirmar que el susodicho fue alguien muy cercano que traicionó su confianza y que fue capaz de meterse en Palacio de Gobierno junto a su financista del 2011 Juan Carlos Rivera Ydrogo, personajes a los que debe caerles todo el peso de la ley.

Su directora de Comunicaciones, alguien tan poderosa como Blanca Rosales, lo recibió más de 30 veces. Si usted no sabía, presidente, muy mal asunto, se percibe poca inocencia, pero, en su control de daños, no debería esperar ni un segundo y las cabezas responsables deberían rodar sin compasión.

Si usted los mantiene y no toma acciones radicales, la bola de fuego sigue creciendo y ya está empezando a quemarlo.

La Fiscalía Supranacional Especializada en Delitos de Corrupción abrió investigación sobre los gastos de publicidad del Gobierno. Central Media S.A.C., que da servicios de consultoría, control de espacios publicitarios, preevaluación y posevaluación de campañas, de propiedad –¡oh casualidad!– del también gerente de Antalsis, Juan Carlos Rivera Ydrogo, tuvo también relaciones “comerciales” con el ‘DiCaprio Loretano’ Víctor Isla cuando era presidente del Parlamento. ¿Se va cerrando el círculo del infierno? ¿En cuál de ellos están las altas esferas del poder?

Con el caso Belaunde Lossio se ha tocado una fibra nerviosa que estamos viendo cómo empieza, pero todavía nadie se atreve a apostar su final. Recordemos la final de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Una mujer despechada, un video y ¡¡cataplum!!