Santiago Pedraglio,Opina.21
spedraglio@peru21.com
Alemania lideró la posición de la UE, quizá porque su canciller, Ángela Merkel, no puede obviar que 80% de sus compatriotas están contra la guerra. Francia se quedó sola.
No solo eso. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, le ha pedido a Estados Unidos que por lo menos espere el informe de los inspectores sobre si se usaron o no armas químicas –y cuál de las partes–. El Vaticano, por su lado, no puede haber sido más explícito al declarar contra la guerra. Y todo esto sin mencionar la oposición de China y de Rusia.
En la región, la UNASUR y el Perú se han pronunciado en contra. En Estados Unidos, según una reciente encuesta, solo 25% están a favor del ataque.
Más aún: la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado aprobó ajustadamente la posición de Obama (10 votos contra 7); es decir, incluso en esa instancia el resultado no es seguro. A los propios jefes militares norteamericanos no les convence la decisión de atacar: el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Martin Dempsey, declaró que la intervención en Siria representaría un alto costo económico y acarrearía graves riesgos políticos y militares.
Como ocurrió en Irak, Estados Unidos no tiene un interlocutor serio para –según su percepción– estabilizar internamente el país después de una posible caída del presidente sirio Bashar al-Asad. Incluso se especula que tal circunstancia podría fortalecer posiciones islamistas radicales.
Si bien Obama se metió solo en un callejón sin salida cuando declaró en agosto del 2012 que atacaría Siria si se usaban armas químicas, es evidente que hoy, ante su aislamiento, duda y está buscando con desesperación una salida negociada relativamente honrosa, pensando sobre todo en la oposición republicana más extrema y en su opinión pública interna.
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