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Opinión

Carlos Basombrío,Opina.21
Desde que se descubrió que el ministro Urresti tenía un proceso penal por homicidio se ha argumentado, empezando por el presidente y la alcaldesa, que mientras no haya una sentencia definitiva hay que presumir que es inocente y dejarlo en el cargo.

Curioso argumento que mezcla asuntos penales, en donde la presunción se refiere a garantías de un debido proceso, con asuntos políticos, donde la presencia de personas con posibles vínculos con delitos graves las debiera inhabilitar temporalmente para ejercer funciones tan delicadas como ser ministro del Interior (desde la que se tiene, además, una gran capacidad de presionar a quienes lo juzgan).

Hay que reconocer que en el Perú de hoy a muy pocos importan estas “exquisiteces éticas” y que, de la mano de la cuasi total indiferencia de la clase política sobre el tema, el ministro tiene una alta aprobación. La situación se parece mucho al “roba, pero hace obra”, que beneficia hoy a tantos en campaña.

La cosa se ha complicado, sin embargo, porque ahora el ministro Urresti comienza ser el ‘juez’ que decide cuándo sí o cuándo no vale esa presunción de inocencia. Está así lo de Barranca, donde ante cámaras Urresti señaló a un candidato como vinculado a narcos, porque en su camioneta se había encontrado droga. Era yeso.

En sentido contrario, en Trujillo, se adelantó a decir que nada tenía que ver el congresista León en el decomiso de droga, pese a que su vivienda estaba alquilada al capo mexicano. Eso fue quizás lo que animó al congresista a decir que no conocía al narco y la razón por la que los policías, molestos por el engaño, filtraron videos en los que se ve al congresista entrando a la vivienda del narco y permanecer buen tiempo dentro.

Américo Zambrano, de Caretas, autor del reportaje, señala que según sus fuentes fueron por lo menos cinco veces las que León visitó al mexicano en su domicilio. Ello no lo hace per se culpable, pero deja bien malparado a quien de antemano lo había eximido de todo.


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