Sin fondo y sin forma

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La carta enviada por el presidente Humala al titular del Banco Central de Reserva, Julio Velarde, ha sido, sin duda alguna, un desacierto. Y lo ha sido por varias razones, la primera de ellas de orden institucional. Me explico.

Una de las grandes reformas efectuadas en los años noventa fue brindarle autonomía al ente emisor. Hasta 1990 el BCR respondía, en sencillo, al poder político; de ahí proviene nuestra recurrente (y costosísima) procesión inflacionaria. Para blindarnos contra dicho flagelo en el futuro, al BCR se le convirtió en un ente autónomo.

Esta autonomía está ligada a la política monetaria; no es una carta blanca en cualquier ámbito. Los salarios, para algunos, no estarían comprendidos en esta dispensa. Y es ahí donde salta la liebre: este no fue un aumento de sueldo del titular del BCR, como señala el presidente Humala en su carta, sino una actualización de 6% para toda la plana del ente emisor (acuerdo del directorio).

Si una institución en el Perú puede considerarse un ejemplo para otras, o como algunos llaman una “isla de eficiencia”, es el Banco Central. Por algo está a la cabeza mundial respecto a sus pares.

Como sabemos, ayer el Dr. Velarde renunció al aumento salarial; entendemos que no a la decisión adoptada por la junta. Enhorabuena si eso significa que quiere llevar la fiesta en paz.

Pero, ¿cómo debemos entender la carta, tanto en el fondo como en la forma? Si algo conocemos a los involucrados, habría que entender que el presidente Humala presionaba así –indirectamente– por la salida (renuncia) del Dr. Velarde. Es inverosímil que el mandatario envíe una carta de ese tipo a sabiendas del contexto real (léase, que era una actualización de salarios para toda la entidad); ergo, debemos suponer que se deseaba generar una incomodidad de tal magnitud –y de ahí la forma– que llamara a una decisión terminante.

Esperamos que ello no ocurra, sino que, por el contrario, el gobierno aprenda del ente rector para transferir ese know-how institucional a otros sectores.