14.MAY Martes, 2024
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Última actualización 08:39 pm
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Opinión

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Entrados al cuarto año del gobierno nacionalista hemos pasado de las percepciones a la globalización para explicar nuestros males. Así lo dijo el mandatario: “La posición del Gobierno es que tenemos que luchar y enfrentar esta práctica criminal que viene de décadas atrás producto del fenómeno de la globalización, un fenómeno de diversas explicaciones que se da en el Perú”.

Valgan verdades, diera la impresión de que el presidente Humala no estaba preparado para dicha pregunta; no se puede entender, de otra forma, el desconcierto y desatino.

Primero, habría que anotar que este fenómeno no viene “de décadas atrás”; es tan reciente que podemos delinear el trazo geográfico e histórico del avance: partió en Trujillo hace un par de años y bajó a Lima en el último año y medio. Perú21, entre otros medios, no solo hicieron notas de los casos, sino también informes a profundidad con opinión de expertos, cifras e, incluso, testimonios de sicarios que alertaban de la peligrosa velocidad con la que avanzaba. Solo como ejemplo, el 30 de marzo de este año informamos sobre el perfil de los sicarios, así como de su modo de operación (ver: http://peru21.pe/actualidad/sicario-juvenil-asesine-policia-no-deberle-300-soles-mi-tio-2176473).

Luego está lo de señalar a la globalización como determinante de este flagelo criminal. La globalización es un fenómeno multifacético, sin duda; consiste, al nivel más básico, en la comercialización, comunicación y dependencia de bienes, servicios y personas a escala mundial. Es un fenómeno económico, social y cultural que ha beneficiado a millones de personas al proveer de bienes y servicios más baratos y de mejor calidad, así como empoderarlas con voz e información.

Tendríamos que entender que, en la visión de nuestro mandatario, el sicariato fluye por todo el mundo; si en Perú, que es un chinche en la escala global, observamos este desarrollo, ¿cómo sería en Estados Unidos, Francia y Australia? Es un disparate sin dudas. Ello nos debe llevar a una preocupación final: si no existen explicaciones válidas, menos existirán soluciones viables.


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