Abraham Levy, Opina.21
alevy@meteorologica.pe
Una de las mayores preocupaciones colectivas en relación con el clima global es el agujero de ozono. Sabemos que, sin ozono, la vida terminaría literalmente sancochada.
Se piensa que nuestro continuo maltrato al ambiente ha producido un agujero en la capa de ozono que envuelve a la Tierra de naturaleza irreversible. No es así.
Hace ya algunas décadas, cuando tuvimos la posibilidad de medir la composición de la atmósfera, notamos que el ozono que la envuelve empezaba a escasear sobre la Antártida. Es allí donde se produce dos o tres meses al año –y no todo el año, como se piensa– el famoso agujero de ozono. En determinados momentos, el agujero llega a afectar el sur de Chile y Argentina.
Hace más de 20 años, las naciones organizadas firmaron un acuerdo en Montreal para no emitir gases que sigan destruyendo el ozono y permitir, así, una natural recuperación.
Esta semana acabamos de pasar el momento del año en que el agujero alcanza su mayor dimensión antes de disiparse por completo en diciembre.
El área del agujero este año es la segunda menor en 20 años y muestra, inequívocamente, que estamos en vías de recuperar el nivel de ozono original para las próximas generaciones.
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