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Opinión

“El Mininter ha abierto la puerta a proveedores que no cumplen con ningún estándar internacional propio de los equipos antimotines que se usan en cualquier lugar del mundo, salvo, quizás, en Disneylandia”.

Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantes
rvasquez@peru21.com

Ayer sábado por la mañana, mientras desayunaba, el ministro del Interior, Wilfredo Pedraza, otorgaba una extensa entrevista a Raúl Vargas en la plataforma informativa de RPP Noticias. En realidad, durante toda la semana, el ministro ha estado activo en todos los medios posibles. De cara a la interpelación del próximo jueves 15 de agosto, el titular del Interior ha puesto énfasis en la idea de que, básicamente, el Mininter está comprometido en una profunda reforma moral, así como en el más grande reequipamiento policial de los últimos tiempos. La inseguridad ciudadana –principal problema del gobierno del presidente Humala– sería, pues, el objetivo central de este gigantesco esfuerzo liderado por Wilfredo Pedraza. Tengo mis dudas.

Nada de lo que ha pretendido venderles a los medios el ministro sería posible sin una premisa fundamental: el respeto al policía. Y no hay mayor falta de respeto al policía y a sus familias que poner en riesgo su integridad física y su vida justamente por aquellos que tienen el deber de protegerlas. Obviamente me refiero al Mininter. De todo lo dicho por el ministro en estos últimos días, es decir, de todas las bondades de sus adquisiciones materiales promocionadas en los medios, hay solo una a la que no se ha referido. Una, digo, de la que depende directamente la protección de la vida del policía en una situación límite: el equipo antimotines, mejor conocido como “ROBOCOP”.

Será acaso porque la reforma moral del Mininter que el ministro esgrime no puede ser afirmada en este caso que, durante los últimos 15 meses, la adquisición de estos equipos huele a pescado podrido. Cinco procesos fallidos al amparo de unas mismas bases aparentemente –lo de la “apariencia” es una concesión a la ingenuidad– dirigidas una y otra vez a favorecer a determinados proveedores dan suficiente cuenta de ello.

De suyo va que todo empieza mal desde que, contraviniendo los propios estudios de mercado que indicaban que la adquisición de este equipamiento debía hacerse como un todo completo, el Mininter adquirió 9 de los 10 ítems por separado. Es decir, la policía tiene hoy un equipo Frankestein. Ni qué hablar de los plazos de entrega inverosímiles de ochenta días para 10,000 cascos, 11,000 escudos y 6,000 máscaras antigás que, según lo contratado a uno por aquí y a otro por allá, ya deberían estar entregados desde marzo pasado. ¿Están? Lo cierto es que aquí hay 13’485,000 soles en juego.

Pero la cereza de la torta es la del último ítem, el protector “ROBOCOP”. Una cereza digna de Macondo. Al amparo de una norma técnica que mide la resistencia de plásticos y que se usa para certificar la calidad de los envases y juguetes, el Mininter ha abierto la puerta a proveedores que no cumplen con ningún estándar internacional propio de los equipos antimotines que se usan en cualquier lugar del mundo, salvo, quizás, en Disneylandia. Será por eso que, pese a todos los esfuerzos por adjudicar los últimos 13 millones del paquete, al Mininter se le han caído cinco licitaciones. Y es que, después de todo, ¡los juguetes ni siquiera han pasado su propia prueba técnica!

Ahora cabe la posibilidad de que los adjudiquen a dedo. ¿Esa es la profunda reforma moral a la que se refiere usted, señor ministro? ¿Esas las adquisiciones de las que se enorgullece? ¿Es así como en el Mininter velan por la vida del policía?


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