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"Ser revolucionario no me interesó nunca"

“Estaba en Berlín para continuar con mi trabajo en la música electrónica, pero lo que encontré fue un piano, una guitarra y una voz”. Jorge González nos explica cómo nació Libro, el disco que mañana presenta en Lima.

Foto: Difusión.
Foto: Difusión.

Jorge González,Músico
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

A pocos minutos de iniciada nuestra charla, Jorge González, el exlíder de Los Prisioneros, me pregunta si he escuchado su último disco, Libro, que presenta mañana en la discoteca Vocé (Petit Thouars 2161, Lince). Cuando le digo que sí, se sorprende: “Es raro que eso suceda, yo tengo asumido que me harán ‘entrevistas del recuerdo’”. Que esta conversa no sea una canción del recuerdo.

La pasé bien escuchando Libro, es un gran disco…
Me ha traído alegrías inesperadas. El otro día toqué con mi guitarra, para algunos estudiantes en paro, en la canchita de una universidad. Como sabes, en Chile, los estudiantes están en paro porque la educación es tan cara y es tan mala que se están rebelando contra ella. En un momento les pedí que me dijeran qué les tocaba y me pidieron Yo no estoy en condiciones, una canción que ni siquiera es un single, sino un tema raro. Todo esto lo sentí como un milagro.

Nunca te haría daño sirve para conquistar chicas…
Nació de mi reencuentro con una mujer. Hoy puedo hacer canciones más íntimas, que expresan una cercanía que, cuando joven, no evidenciaba tanto.

En este disco le hablas al oyente al oído, que mantienes un vínculo íntimo con él.
Es un disco para ser escuchado en la habitación, muy íntimo, que te dice que hay que encontrar el amor por uno mismo, que buscar el amor en la pareja –como sucede en las películas de Disney– puede ser válido, pero más importante es estar solo en la vida y alcanzar el amor por uno mismo.

Libro nació en un escenario inesperado…
Estaba en Berlín y, justo, llegó el invierno con un frío de -20 grados centígrados. En ese entorno de frío y soledad me vino la inspiración, una inspiración que no podía detener… Y así me vinieron un montón de canciones, algo que no me pasaba hacía mucho.

¿Qué tiene Berlín que hizo que Lou Reed, David Bowie e Iggy Pop concibieran allí verdaderas obras maestras?
Si hay un lugar donde se respira experimentación musical, ese es Berlín. Yo empecé a visitar la ciudad a inicios de los 90, para ponerme en contacto con su escena electrónica, que era muy particular y muy propia, con variantes que solo se encuentran ahí. Se ha convertido en una atracción turística, todos los clubes de música electrónica están llenos de gente que viene de todos lados. Además, Berlín tiene un respeto muy grande por la creación artística, es un lugar donde ha fluido mucha literatura, mucha poesía, mucho teatro… Y si nos referimos a lo visual, pues, su importancia también es máxima.

¿Siempre vas en busca de los lugares llenos de arte?
He vivido en muchos lugares: tres años en México, tres años en Nueva York, que son lugares con una fuerza creativa que me ha servido mucho a la hora de crear. Si me hubiese quedado en casa, quizás habría hecho una carrera más consistente, pero no habría creado todo lo que creé. Hay artistas con 20 o 30 años de carrera que siguen haciendo discos muy parecidos. Lo mío ha sido cambiar mi manera de expresarme, y gracias a ello he conseguido estas dos facetas de mi carrera: la de profesional y la de aficionado.

Yo te imaginaba, en el escenario, muy profesional…
Un 30% de mí es un músico que quiere mantener un nivel técnico muy alto, y un 70% es un músico de inspiración. Soy un músico que hace muchas canciones hasta encontrar algo que lo lleve hacia la ternura. Es decir, tengo una relación funcional con la música.

Has dicho que no te consideras un rockero…
Si hablamos de Sudamérica, muchos de nosotros –y, por ende, nuestra sociedad– somos muy conservadores. Por eso no es gratuito que no hayamos enganchado con el bolero, con cierta ‘caballerosidad’, con la hipocresía… Y todos esos que antes escuchaban boleros son hoy rockeros (risas). Si lo pienso bien, el rock es la música de mi padre, quien tiene 74 años. Quizás ser un músico de tango sea más revolucionario que ser rockero.

¿Quieres ser revolucionario?
Me interesa vivir de la música y mantenerla como una extensión de mi vida. Ser revolucionario no me interesó nunca. Lo que busqué siempre fue trabajar en libertad, y algunas veces lo logré, sobre todo en los últimos años, en que he hecho algunas canciones buenas (ríe). Encontrar la libertad es bien curioso, siempre vamos a obedecer a alguien porque siempre habrá fuerzas que nos mandarán. La sociedad te vende la idea de la rebeldía; te dice: “No les hagas caso a tus padres, busca la libertad, sé tú mismo, rompe con todo, triunfa”, pero no se da cuenta de que lo espiritual es más fuerte que lo material. Y, esto, uno lo nota haciendo música. Este elemento espiritual es muy rico.

¿Se puede cambiar el mundo haciendo una canción?
Con una canción, uno puede encontrarse, cambiarse a sí mismo; ese es el poder de la música. Y si encuentras a una persona que en el escenario nota esa transformación, ya conseguiste algo, pero es imposible que nosotros podamos cambiar a los demás.

AUTOFICHA

- No necesitamos banderas es una de las primeras canciones que compuse. Las fronteras no tienen sentido, son un engaño. Uno es del lugar donde se sienta mejor.

- El momento más lindo de la electrónica se vivió entre el 88 y el 94. Allí se hicieron grandes discos; hoy es un género establecido, como el punk.

- Como DJ he tocado en Moscú, en Kioto, en Tokio, en Londres, lugares a los que con Los Prisioneros nunca fui y a los que, por nuestra música, tampoco iba a ir.


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