Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com
El derrotado, en este caso, el conservador Romney, concede sin rabia, y con las mejores palabras, la victoria a su adversario. Obama, el ganador, sin arrogancia y agradecido, saluda a su familia, a sus compañeros de campaña, pero también a sus enemigos. Sin mezquindad, anuncia que se reunirá con Romney y con Bill Clinton para ver cómo puede hacer “mejor las cosas” para “la unión de todos”. Busca curar las heridas tendiendo puentes. Eso es hacer política, y de la buena. Al voltear la mirada a mi querido país, vemos poca grandeza al no convocar la experiencia de expresidentes en temas cruciales. No hay capacidad de poner por encima los temores individuales pretendiendo permanentemente demostrar que lo anterior estuvo mal hecho y que por eso cuesta avanzar o, lo que es peor aún, que se quiera cambiar de nombre y refundar todo permanentemente. Nunca entendí por qué para los grandes problemas del Perú, como el terrorismo, la pobreza y el manejo de algunos asuntos delicados de política exterior, no se convoca la experiencia de quienes ya han gobernado. Ollanta ganaría si lo hiciera. Los países invierten mucho para que los ciudadanos que llegan a la primera magistratura aprendan a gobernar, muchas veces con episodios muy dolorosos. ¿Por qué no sacar ventaja de esas capacidades así estén en orillas diferentes? Esas actitudes engrandecen, enriquecen al convocante, pero me temo que estoy pidiéndole peras al olmo. Siempre hay demasiados intereses subjetivos del entorno que impiden dejar de lado pequeñeces para hacer política de nación desarrollada. Creo que es pedir demasiado.
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