Mónica Delta,Opina.21
mdelta@peru21.com
Con el fallo del juez Malzon Urbina, cuyos antecedentes no son los mejores, se echa por la borda el afán de muchos de los que en Lima vivimos de reorganizar la ciudad y hacerla más viable.
No nos detendremos en los argumentos jurídicos e invocaciones históricas y filosóficas del juez Urbina ni en por qué claras u oscuras razones lo hizo, pues de eso tendremos bastante.
Más bien, basaremos el comentario en la falta de sentido común con el que se afecta a toda una población en beneficio de unos cuantos, y por supuesto, en esta como en otras alusiones, la justicia divina está muy lejos de haber actuado. Por otro lado, la gestión municipal de Villarán, ahora sin sus regidores de confianza aunque aún aparezcan en la foto, deberá luchar con todo para que se revierta esta situación en la Corte Superior.
Mientras tanto, nos guste o no, el fallo estará vigente. Villarán debe replantear por completo su fórmula política y de acción. Me explico. Si tras los luctuosos hechos en La Parada no solo se hubiesen colocado los bloques de cemento para evitar la descarga de productos sino que se hubiesen iniciado obras de repavimentación y limpieza del lugar –en una zona que la Municipalidad de Lima, con todo derecho, declaró zona rígida por seguridad y salubridad de la ciudad–, los demandantes habrían tenido menos espacio y argumentos para buscar la instancia judicial. Para mí, esa es la falla de fondo. Quizá la preocupación de la alcaldesa por la revocación le cambió el foco de atención, mientras que los que se sintieron afectados en La Parada, sumado a sus adversarios políticos, no cesaron en buscar cómo pararla en seco y en donde más duele.
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