RÍO DE JANEIRO (Reuters).– La visita del papa Francisco a Brasil no solo mostró el poder de convocatoria del carismático pontífice argentino, sino que puso en evidencia las serias dificultades que tiene el país de la samba para organizar eventos de gran magnitud.
A menos de un año para que Brasil sea sede del Mundial de Fútbol y a tres años para que Río de Janeiro organice los Juegos Olímpicos del 2016, la Jornada Mundial de la Juventud demostró que la nación atlántica no está a la altura de su nueva estatura como potencia emergente tras una década de fuerte crecimiento económico.
La Jornada Mundial de la Juventud –que reunió ayer a más de 3 millones de personas en la playa de Copacabana– fue una especie de ensayo general a la Copa del Mundo y a los Juegos Olímpicos, y el resultado final fue desaprobatorio.
La falta de seguridad, el desorden y la ineficiencia de los servicios públicos, entre otros aspectos, hicieron pasar más de un mal rato a los miles de fieles de 190 países que llegaron a Río para ver al Papa.
Las autoridades intentaron minimizar los problemas declarando feriados públicos y acordonando enormes zonas de la ciudad durante la visita, complicando el tráfico para todo el mundo.
Los feriados –un recurso al que también se echará mano durante los eventos deportivos– fueron criticados porque afectaron la economía local.
La lluvia también les jugó una mala pasada a los cariocas, que se vieron obligados a cancelar algunos eventos.
TENGA EN CUENTA
- La sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud será Cracovia (Polonia) en el año 2016.
- Esta edición homenajeará a Juan Pablo II, que será canonizado en diciembre.
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