El problema no son los inversionistas extranjeros. Ellos enfrentan la incertidumbre de Trump, Francia y Holanda fascistas, la Italia de Beppe Grillo tras Berlusconi; el Brasil que tuvo que poner a un corrupto para sacar a otra; una Rusia gobernada por un sátrapa de la KGB, una Filipinas por un loco, o la Sudáfrica de Zuma (que descarriló lo que hizo Madiba).
Sí representan un problema los inversionistas locales. La productividad, el motor del crecimiento y el bienestar en el largo plazo, cae desde el 2008: pagamos el costo de los gobiernos sucesivos que no adoptaron reformas. Y arrastramos los yerros del peor gobierno desde Fuji II o Alan I. Sin restricciones financieras, fiscales o externas, situación envidiable en el mundo, la economía se arrastra.
Pero el problema mayor es otro, es la oportunidad que seguimos perdiendo. No trazamos la línea ni reaccionamos apropiadamente con Odebrecht. No debimos firmar Chinchero, que es una vergüenza. No porque estén robando, sino porque los paralizó una protesta.
Enterrar la cabeza como el avestruz no cambia la realidad. Podríamos volver esto una inmensa oportunidad, pero acaban de postear la inauguración de otro túnel tras la prisión preventiva a un ex presidente, para el que trabajaron en esas posiciones, no cualquiera.
Este es un momento dorado para pedir facultades para un paquete que reforme el Poder Judicial, el Ministerio Público, el Congreso, las reglas electorales y los partidos políticos. Pero no, tocan violín. Y, por favor, no se confundan. No creo que el gobierno caiga ni mucho menos. Los irresponsables y burdos comentarios de los Fuji y Verónika les sumarán, lo cual considero negativo. Pero también tienen rabo de paja y tampoco se distinguen por su habilidad política.
El punto es que muy bueno fuera que en la frivolidad e inoperancia política del gobierno estuvieran tocando violín antes de que se hunda esta democracia formalista e hipócrita. Pero no.
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