La crónica de una censura anunciada ya es bastante trágica en sí misma. Pero las implicancias son aun peores, mucho peores.
Hay que ser bien cándido, estar muy desinformado o creerle a los supuestos brujos de la lluvia –rainmakers– de opiniones interesadas para no reconocerlo.
Sabíamos que Pedro Pablo Kuczynski no escuchaba, que su “partido” lo era aun menos que los otros y que varios de sus operadores eran corruptos.
También sabíamos que el ADN del fujimorismo era autoritario y que cundía la corrupción.
No sabíamos que el gobierno es políticamente incapaz a este punto. No hay estrategia, no hay prioridades, no reconocen la realidad, no hay operadores; los profesionales con experiencia no trabajan para el gobierno sino para partes del mismo.
Los gorgojos son intocables, supongo que hasta que salgan en un video con las manos en la masa y el gobierno, que no sabe cruzar la pista políticamente, tambalee.
Tampoco sabíamos que el fujimorismo ha cambiado, pero para peor. Keiko Fujimori cree que tiene un derecho divino a ser presidenta. Ellos perdieron la elección. Deberían autoatropellarse con su mototaxi.
Parece una burla pero Kenji Fujimori podría disputarle ese derecho divino. Seguiríamos empeorando. Ana y Pier son parte de la alta dirección. Santiago, Yoshiyama y Du Bois fueron claves en los 90. Sin palabras. Marcenaro o Blanco se hacen extrañar. De Carlos a Micky hay un abismo. Son como el Rey Midas del lado oscuro de la fuerza: arruinan al que tocan.
A ver si así es más claro: o el gobierno para unas semanas a organizarse políticamente y toma el tema con la mayor seriedad o perderemos cinco años más. No juguemos con fuego. Eso es lo mínimo que le debemos a los millones de niños que han perdido porque la reforma educativa fue secuestrada por la cándida frivolidad y la prepotencia inmoral.
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