22.NOV Viernes, 2024
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Opinión

Hace unos días, en una entrevista en el diario La Vanguardia de Barcelona reafirmé mi negativa a tentar la presidencia del Perú al responder que, solo si un Gadafi amenazara nuestra democracia y si el país lo demandara, lo consideraría. Como no hay Gadafis que la amenacen, mi respuesta era una vez más ‘no’. Algunos la entendieron. Otros, como ya es habitual, la utilizaron según sus intenciones. En todo caso, reitero lo dicho mil veces. El ‘outsider’ no seré yo. Y no lo seré por los mismos motivos expresados siempre. Porque, en lo personal, no tengo ni la preparación ni los cuadros ni la ambición de serlo. Y, lo que es más importante, porque los peruanos merecemos instituciones ejemplares lideradas por políticos a los que admiremos por su honradez, compromiso, talento y visión. Políticos, no cocineros.

En todo caso, lo que queda claro es que, al día de hoy, la mayoría de peruanos no encontramos entre las opciones políticas que se anuncian a aquel que encarne los sueños y aspiraciones que tenemos para nuestras familias y nuestra patria.

Por ello, quizá sea importante detenernos un momento a reflexionar cómo sería ese ‘outsider’ ideal que hoy muchos están buscando. ¿Cómo esos millones de peruanos que trabajan día a día, de sol a sol, para salir adelante esperan que sea su próximo presidente? ¿Qué propuestas esperan de él?
¿Debe ser alguien autoritario o alguien con voz firme ante lo que demande firmeza, pero de actitud respetuosa, dialogante y conciliadora ante situaciones de conflicto u opiniones discrepantes?

¿Debe ser de izquierda, centro o derecha? ¿O debe ser alguien que, si bien abraza con fervor los ideales de igualdad de oportunidades con los que la mayoría de peruanos soñamos, estos los pone en práctica con pragmatismo, tomando decisiones, analizando el presente y sus consecuencias futuras?

¿Debe seguir apostando solo por la gran inversión como motor de desarrollo o debe facilitar su continuidad, mientras se entrega con convicción al desarrollo de políticas para que los millones de peruanos con pequeñas empresas se conviertan rápidamente en medianos y grandes empresarios?

¿Debe perseguir la inclusión social solamente con los buenos programas sociales con que hoy contamos o debe, además, abocarse a revolucionar de una vez por todas los servicios públicos en educación, salud y justicia de manera que cada peruano pueda acceder a las oportunidades en igualdad de condiciones?

¿Debe seguir apostando por nuestro sistema legal actual del siglo 20 o deberá emprender la gran reforma del siglo 21, con leyes de estos tiempos, que permitan fecundar todas las ideas de esa fuerza arrolladora de nuestros millones de jóvenes que hoy creen en su país y se sienten seguros y libres de forjar su destino en él?

En realidad, son muchas más las preguntas que aún no nos hemos hecho en cuanto a qué es lo que queremos los peruanos que nuestro futuro presidente emprenda en territorios tan diversos como el medio ambiente, la innovación, la cultura, la política internacional, la marca país, la ciencia y tecnología, el diseño y todo aquello que pueda poner en valor el trabajo y las ideas de todos y cada uno de los peruanos. Lo cierto es que se viene un año electoral y, de momento, los peruanos todos coincidimos en que nuestro próximo presidente sea eficiente, trabajador e intachable. En lo demás, mucho por discutir y mucho más aún por ponernos de acuerdo. Quizá ya sea hora de hacerlo, de manera que candidatos ya lanzados y ‘outsiders’ sepan con claridad qué espera su pueblo de ellos. Aunque, en realidad, una cosa es qué esperamos del presidente y otra qué esperamos del candidato a presidente. Del primero, está claro, menos palabras, más acción. Del segundo, ruego a Dios que no sea a la inversa.


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