25.ABR Jueves, 2024
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Opinión

A diferencia de otros escándalos ocurridos durante el actual gobierno […].

A diferencia de otros escándalos ocurridos durante el actual gobierno, el destape de las oscuras relaciones del ex asesor (y amigo de la pareja presidencial) Martín Belaunde ha descubierto un nuevo modo de operación nacionalista: cortar, lo más rápido posible, cualquier vínculo o cabo suelto.

Desde los viajes del hermano Alexis a Rusia, los destapes del ex vicepresidente y congresista Omar Chehade, pasando por los casos López Meneses (donde cayeron cabezas de segundo y tercer nivel; a los cercanos los trasladaron a cargos menos visibles), el caso Áncash y ‘La Centralita’, los casos Mayorga y Urresti, o el caso Orellana, Palacio siempre ha sido renuente a entregar cabezas. La oposición, la prensa y la sociedad civil podían exigir lo que sea, pero en el vértice del poder siempre se negaban a torcer el brazo, a conceder ciertas derrotas (necesarias, muchas de ellas) para mantener el equilibrio y el diálogo. La razón ya quedó clara: nunca han estado interesados en mantener un diálogo (ni siquiera canales informales) con la oposición. Difícil comprender lo que entienden por democracia, pero así ha sido… hasta ahora.

¿Cuáles serían las razones detrás de este cambio? Por un lado, podría estar el interés del oficialismo por construir una plataforma política potable para las elecciones generales del 2016. Ya lo han confirmado el mandatario y la presidenta del nacionalismo recientemente. Si fuera así, deberíamos asumir que cuentan ya con un equipo de campaña (y que, en efecto, fue este equipo quien optó por cortar las amarras lo antes posible).

Otra razón, ligada a la anterior, es la popularidad de la pareja presidencial. La experiencia ha demostrado que los peruanos son muy perspicaces, y que nadie se comería el cuento si la desmarcada fuese solo retórica.

La otra razón sería que el caso Belaunde Lossio ha llegado mucho más profundo de lo que pensamos. De ahí la necesidad de cortar con cada línea que se presente.

Imaginamos que existirán otras razones; el tiempo, como siempre, dirá cuál –o cuáles– es la correcta.


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