Guido Lombardi,Opina.21
Se crean distritos o provincias según el gusto de algún congresista que, normalmente, espera un rédito electoral de la medida y sin tener para nada en cuenta la necesidad de ordenar las actividades de un territorio y sus habitantes.
El eje central de esas reformas debería tener como objetivo el desarrollo equilibrado de los distintos ámbitos territoriales y la organización física del espacio. Para lograrlo habría que tener en cuenta diversos factores, entre ellos, la desigual densidad de población que se registra en el país.
A modo de ejemplo baste decir que el Perú tiene una densidad de 25 habitantes por kilómetro cuadrado mientras que Lima Metropolitana llega a los 270.
Pese a ello, la vigente Ley Orgánica de Municipalidades establece un ordenamiento único para todos los municipios del país y consagra que la región metropolitana de la capital (que incluye Lima y Callao) tenga 49 gobiernos distritales, dos provinciales y dos regionales: un verdadero monumento al absurdo.
En esas condiciones, la autoridad municipal no tiene ninguna capacidad de atender la diversidad de problemas (transporte, saneamiento, zonificación, salubridad, contaminación, etc.) ni la creciente demanda de servicios que requiere la población (seguridad, orden, esparcimiento y recreación).
Así como se ha planteado la existencia de una autoridad única en materia de transporte –aunque algunos escépticos piensen que vamos a llegar al bicentenario sin que haya sido nombrada–, quizá ha llegado el momento de pensar en una autoridad única para el ámbito metropolitano, con autoridad plena sobre la Costa Verde, el Mar de Grau, el Cielo de Quiñones y la tierra de todos nosotros.
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