¿Quién no ha sido testigo de peleas entre niños porque uno de ellos no quiso prestar su juguete? ¿Cuántos padres no se han enfadado con sus pequeños cuando estos no quieren regalar lo que les sobra? Estudios recientes dicen que el egoísmo viene de fábrica. Hace unos años, un estudio publicado en el portal científico Plos One explicaba que los niños son naturalmente egoístas o altruistas por acción de determinado gen.
TODO SE APRENDE
A pesar del condicionamiento genético, la educación juega un rol clave en la construcción de la ética. Los padres son los primeros educadores de los hijos, así que en ellos reposa la tarea de evitar que sean egoístas.
Primero, hay que establecer que todas las personas tienen pertenencias. Es un error decirle al niño que todo es de todos. El aprendizaje, de hecho, consiste en ser consciente de la noción de propiedad, de tal manera que prestar sus cosas se entienda como un acto voluntario. Cuando el niño haga esto, los padres deben indicarle que ha hecho una buena acción. Deben hacerle sentir lo gratificante que es ser generoso y, así, estimularlo para que siga por ese camino.
También es importante enseñar con el ejemplo. Un jalón de orejas acompañado de un “tienes que compartir tus juguetes porque yo lo digo” no es garantía de nada. Los niños, en realidad, imitan los comportamientos que observan en casa. Lo ideal es que sean buenos comportamientos.
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