Guido Lombardi,Opina.21
glombardi@peru21.com
Se trata del decomiso más importante de los últimos años pese a que, según las autoridades aduaneras, los contrabandistas ingresan a nuestro territorio dos veces por semana por esa ruta, conocida como “la culebra del norte”, que utiliza la vía Tilali-Huancané-Juliaca. Hasta allí, todo bien. Por algo hay que comenzar, y la tarea no es fácil: los contrabandistas poseen sofisticados sistemas de seguridad, utilizan protección armada y cuentan con sistemas de comunicación satelital. De hecho, la intervención pretendió ser repelida con armas de fuego y petardos. Además, uno de los dos contrabandistas detenidos fue liberado por una turba enardecida a pocos metros de la comisaría local, lo que demuestra el nivel de penetración que tienen entre la población local, que algún beneficio recibe del ilegal comercio.
El contrabando, aunque no recibe la misma atención que otras modalidades de crimen organizado, es igual de peligroso por su capacidad de corrupción y los niveles de violencia que genera. Concretamente, una semana después de la intervención, los bienes incautados siguen depositados en el cuartel del Batallón de Caballería Motorizada de Huancané, mientras los contrabandistas organizan a la población para recuperarlos, amenazan a las autoridades y hostilizan a los familiares de la dotación militar, con posibilidades de provocar un enfrentamiento de imprevisibles consecuencias. No bastan intervenciones aisladas para eliminar el contrabando. Se requiere liderazgo, decisión política, acción intersectorial y, sobre todo, recursos. Ante esas carencias, ¿tiene sentido invertir 2 mil millones para comprar los activos de Repsol?
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